El arte del "escudero"





Algunos lo llaman amistad, otros, camaradería. Quizá haya personas que lo denominen tan sólo como “compañero de objetivos” o que piensen que este tipo de jugadores se aprovechan de la calidad de la estrella de turno para lograr alzar algún trofeo y, de paso, hacerse un hueco en la Liga o ganarse un buen contrato para los próximos 4 años.

Pero cuando se habla de los “Escuderos”, todas y cada una de estas definiciones se quedan cortas respecto a la realidad, pues el rol de un jugador denominado como tal es uno de los más difíciles, arduos y para el que se deben tener unos requisitos escrupulosamente exigentes y muy particulares. ¿Acaso la tarea de los fieles escuderos que acompañaban a míticos caballeros a través de las leyendas se antojaba sencilla? Dichas competencias requerían un nivel de atención, entendimiento, anticipación y sosiego tales que exigían a este personaje a dejar de lado su ego en pro del ideal que persigue su protegido, el cual es compartido de la manera más ferviente y participativa.

Al mentar este tipo de jugadores, nos vienen de manera incuestionable nombres de la talla de Scottie Pippen o Pau Gasol. Se trata de personas con una calidad fuera de cualquier duda y, en el caso del de Sant Boi, un jugador franquicia en el que basar todo un sistema de juego, además de crear un equipo a su alrededor haciendo justicia a sus marcadas dotes de líder. Con ambos ejemplos está claro que no se trata de una falta de talento o inconformismo por su parte.

Scottie Pippen llegó a los Bulls en 1987 tras haber sido traspasado por Seattle inmediatamente después del draft, en un cuanto menos curioso intercambio por el también rookie OldencPolynice, y fue en La Ciudad del Viento donde comenzó a trabajar con Michael Jordan, llegándose a ganar un respeto que por aquel entonces ya se antojaba caro. El resto es historia: 6 anillos juntos, 7 veces All-Star, 8 veces en el Equipo Defensivo, entre otros merecidos galardones a nivel individual. Pero lo que más le aportaba a Jordan era su extrema facilidad de adaptación que, unida a su excelente percepción del juego, le permitía fluir con tranquilidad y seguridad de que tanto en ataque como en defensa había una persona que compartía su camino, esforzándose siempre por, a través de ese apoyo a M.J., contribuía de manera significativa a la consecución de los objetivos del equipo.


En la carismática y no por ello menos eficiente pareja que formaban John Stockton y Karl Malone tenemos otro gran ejemplo de jugador “escudero”. La calidad de Stockton estaba fuera de toda duda, pues ha sido uno de los bases con mayor IQ que ha pasado por la Liga, demostrándolo cada noche con unas excelsas estadísticas globales entre las que brilla de manera irremediable su media de 10.5 asistencias por partido (14.5 APP durante la temporada 89/90).

El entendimiento entre “Stock” y “El Cartero” no necesitaba ser verbalizado, y buena muestra de ello es su desde entonces tan extendido y efectivo Pick n’ Roll, que dio como fruto la consecución de 2 MVP para Malone, además de ocupar el segundo lugar en el récord de puntos totales en la historia de la NBA, sólo por debajo de Kareem Abdul Jabbar. La amistad de estas dos leyendas de Salt Lake City sigue intacta hoy en día e incluso se les puede ver en ocasiones compartiendo aficiones o asistiendo juntos a diversos eventos deportivos.


Pese a los dos anteriores ejemplos, para ser un gran escudero, no es necesario ser un All Star o tener una gran repercusión estadística, pues basta con ser una pieza consistente y un ecualizador para la estrella del equipo en cuestión, y el paradigma de esta situación lleva el nombre de Derek Fisher.

“El 2” de los Lakers fue el equilibrio de Kobe Bryant en la cancha desde 1997 (Derek llegó durante su año Sophomore), de tal manera que todos los anillos los han conseguido juntos, y todo a través del estrecho entendimiento que profesaban en la cancha, del respeto por el trabajo constante y, por parte de Fisher, por el más que encomiable esfuerzo que hacía cada noche para lograr canalizar la desbordante energía que Kobe rezumaba por cada uno de sus poros con el ánimo de convertirla así en una explosión de recursos la cual solía tender a desembocar en un espectáculo de anotación unida a la tan aclamada aunque en ocasiones denostada Mamba Mentality.


Si bien es cierto que el trabajo de Derek Fisher fue crucial para el crecimiento de este ahora ilustre miembro del Hall of Fame, el traspaso del previamente mencionado Pau Gasol fue una gran revelación para Bryant, encontrando en el jugador catalán lo más parecido a un hermano que ha llegado a tener. Compartiendo tiempo, maneras de entender el baloncesto y la vida familiar, estos dos grandes amigos se entendían a la perfección en la cancha, donde lograban transmitir la sincronía y respeto que ambos se tenían. Y pese que Pau venía de ser el jugador más importante de la plantilla en Memphis, entendió su rol, se adaptó y consiguió 2 anillos, además de lo más difícil de todo: logró la confianza y admiración de uno de los jugadores más exigentes que han pisado la NBA.


En ocasiones hay un jugador que, aún habiendo sido el indiscutible jugador franquicia, tiene que adaptar su nuevo rol para ayudar al nuevo y flamante fichaje del equipo: Estamos hablando, por supuesto, de D.Wade y la llegada de LeBron James a Miami.

Wade fue campeón de la NBA con Shaquille O’Neal en 2006, un año después de que éste último cambiara el Púrpura y Oro por el negro y rojo del equipo al sur de Florida. Pero con la llegada de LeBron, Wade se tuvo que adaptar y reinventar para compartir el protagonismo con el jugador de Akon y, de esta forma volver a vivir de nuevo, en forma de back to back, la satisfacción de conseguir dos nuevos anillos. Tal fue la conexión y amistad nacida entre ambos que a su vuelta a Cleveland, James convenció a D-Wade para jugar allí antes de volver a los Heatbuscando su última temporada previa a su retiro.


Y por último, y sin que ello se preste a pensar de la inexistencia o riesgo de extinción de estos “Escuderos”, tenemos que hacer mención a la fraternal relación que tienen los ya denominados “Splash Brothers”. Stephen Curry y Klay Thompson han llegado a un nivel de amistad, complicidad y entendimiento que nos hace evocar las incondicionales amistades que nacían en el instituto y que absolutamente nada podían romper.

Klay y Steph se lo pasan bien jugando y comparten la misma visión del baloncesto, que no es otra que la del trabajo constante para luego dar rienda suelta a una desbordante imaginación, llegando al aficionado un espectáculo de triples y sonrisas que han fascinado a todo el globo en los últimos años. Curry es muy consciente de la grandísima repercusión que su compañero y amigo tiene tanto en su juego como en la consecución de sus propios galardones, y por este motivo lo hizo saber de manera pública durante la rueda de prensa tras conseguir su último título como MVP, cuando aprovechó para rendirle sincero reconocimiento a todo lo que había hecho por él a la par que ensalzaba su crítica influencia sobre todo lo que él mismo había logrado.


Cada ejemplo que hemos observado durante estas líneas en definitiva es, como ya se mencionó previamente, un ecualizador y un catalizador para que el otro jugador brille con luz propia, y que brille con la mayor intensidad posible. Este rol completamente altruista no está al alcance de todos losprofesionales y, sin embargo, es un factor capital para que los amantes de este deporte podamos disfrutar de las leyendas que han llenado las pareces de nuestras habitaciones con posters durante décadas.

Y es que detrás de un jugador franquicia, siempre se encontrará su fiel Escudero.

Post Javi Navarro 

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