Los últimos One Team Players

 


Lealtad.

Es una de esas grandes palabras que tienen un significado y un impacto tan profundos en el interlocutor, que obligan a uno mismo a tener mesura al pronunciarla. Y si bien es cierto que existen muchos grados de lealtad y diferentes causas a las que referirla, en la NBA su significado suele estar ligado a la pertenencia, el sentido de gratitud y de honor por servir a un equipo, en las duras y en las maduras y pase lo que pase, por un extenso periodo de tiempo.

El pasado 31 de octubre, en el partido que tuvo lugar en el Wells Fargo Center de Philadelphia entre los 76ers y los Blazers, se dieron dos situaciones muy poco comunes en la liga, pero de gran calado entre los jugadores y aficionados. La primera de ellas tuvo lugar cuando, tras haber abucheado el público a todo el equipo visitante durante su presentación, el último jugador en ser nombrado por el speaker, Damian Lillard, resultó ser aplaudido por todo el pabellón. La segunda, cuando éste se preparaba para lanzar tiros libres y el público comenzó a corear “Queremos a Lillard”.


En la “Ciudad del amor fraternal” quieren volver a soñar como ya hicieron el año pasado, y la posibilidad de traspaso de Ben Simmons con la esperanza de poder hacer un buen trato, forma parte del día a día del aficionado Sixer. Por otro lado, Lillard no acaba de estar satisfecho con los movimientos que se han hecho en Portland durante el periodo de post-temporada, y muchos han sido los rumores sobre su traspaso a innumerables equipos dado a lo que los periodistas han llamado “hartazgo”. De modo que no era de extrañar que los fans de un equipo ilusionado y con aspiraciones como es el de Philly, le den esas muestras de cariño al que podría llegar a ser su próximo gran fichaje.

Sin embargo, Dame salió rápidamente a cortar cualquier atisbo de duda entre sus seguidores cuando, durante la rueda de prensa y después de agradecer esos gestos hacia él, hizo saber que tiene “los 10 dedos de los pies bien puestos en Portland”, dando una vez más una lección de respeto por el rival y por su propio equipo, además de mostrar a la ciudad de Oregón su lealtad y fidelidad.


El caso del base nacido en Oakland es algo que se torna extraordinario, ya que tras 10 temporadas vistiendo de rojo, negro y blanco, tan sólo Bradley Beal (10 años en Wizards), Stephen Curry (13 años en Warriors) y el veteranísimo Udonis Haslem (19 temporadas en Miami) han logrado demostrar un nivel de compromiso para con la ciudad y su franquicia, que en este punto se antoja como un comportamiento de una época pasada.

No debemos olvidar que hubo un tiempo, allá por los 2000, en el que cada equipo tenía su jugador franquicia: Ese jugador fiel y orgulloso de la ciudad y sus valores, cómodo entre los aficionados y haciendo de esa localidad su hogar, pese a haber nacido a miles de kilómetros de distancia. Esa persona que no te imaginas con otra camiseta que no sea la del equipo en el que pasó toda su carrera, aunque en algunas ocasiones haya sucedido, como el momento en el que Michael Jordan dejó de vestir de rojo para llevar los colores de Washington, o en el caso de Karl Malone cuando este se unió a los Lakers buscando su última oportunidad para hacerse con el Anillo.


Pero si hablamos de lealtad, el honor de ser el jugador con más temporadas vistiendo la misma camiseta lo tiene Dirk Nowitzki, con 21 campañas a sus espaldas. Todas ellas en Dallas, pese a que fue Milwaukee el que en un primer momento apostó por el talento del Ala-pivot alemán. A continuación, se encuentra Kobe Bryant con 20 temporadas engalanado cada noche de púrpura y oro, seguido de personajes tan memorables como Tim Duncan, John Stockton o Reggie Miller. Todos ellos se convirtieron en hijos adoptivos de la ciudad del equipo para el que jugaban, llegándose a considerar incluso un efectivo reclamo turístico para las administraciones locales.

Como se puede apreciar, en los años en los que el auge de los Big3 ha llegado a su cénit en la Liga, el movimiento entre estos jugadores franquicia no ha cesado. La composición de un posible Dream Team supone un caramelo demasiado dulce para los actuales jugadores como para dejarlo pasar, y tenemos buenos ejemplos en los actuales Brooklyn Nets, además de Lakers, Bulls o de una manera más estructurada, los Heat, quienes han añadido a Kyle Lowry complementando a Butler y Adebayo, con la idea de formar una triple amenaza cubriendo todas las necesidades que tenía Miami, tanto defensivas como ofensivas.

El caso de Stephen Curry es algo diferente, pues desde que alcanzó la madurez en su juego no ha parado de ganar, o al menos de aspirar a disputar los partidos más importantes de la temporada. Y pese a que Steph, al igual que LeBron, nació en Akron – Ohio (su padre Dell jugó para los Cavs en su segundo año de profesional), el 30 de los Warriors se ha vuelto todo un emblema para la ciudad de San Francisco, asociando su figura irremediablemente a los colores amarillo y azul de los Warriors.


Pero no debemos olvidar que la otra cara de la moneda existe, y que hay verdaderos trotamundos en la NBA, como es el caso de Ish Smith, quien con 32 años ha estado en 11 equipos diferentes. Jamaal Crawford, Anthony Toliver o Gerald Green podrían ser otros buenos ejemplos de jugadores que han pasado por 8 o más equipos durante su carrera, aunque el que se lleva la palma sería Jim Jackson quien en 14 años de profesional, llegó a jugar para 12 equipos distintos.

Llegados a este punto, es conveniente puntualizar que, el hecho de haber sido traspasado varias veces no significa necesariamente que el jugador sea ineficaz o poco válido para los equipos en los que ha aterrizado. Por ejemplo, Trevor Ariza, que ha sido traspasado hasta en 9 ocasiones, siendo Miami su 10º equipo distinto, es un jugador de rol muy bien considerado en la liga debido a su eficacia tanto en labores de ataque como en defensa. Esos jugadores denominados 2-way players están muy valorados en el mercado al ser una fuente inagotable de posibilidades para las rotaciones, además de dar consistencia y equilibrio en ambas partes de la pista.


No sabemos si esta vertiente de jugadores vinculados únicamente a un equipo durante toda su carrera va a volver a crecer, o estamos ante los últimos supervivientes de los one team players. Sea como sea, y sin conocer si finalmente Lillard o Curry acabarán su carrera en Portland y Oakland respectivamente, se puede decir con certeza que el baile de traspasos continuará, que siempre habrá algún jugador dispuesto a comprometerse con los aficionados de por vida y que, al igual que le pasó un por entonces recién operado Derrick Rose, esos deseos no se podrán cumplir si la franquicia considera lo contrario.

Eso demuestra que no sólo has de querer quedarte en la ciudad, si no ser un elemento clave en la estructura del equipo durante toda tu carrera, con el fin de que puedas ser tú el que tenga el poder de elegir tu destino. Y cada vez esa situación está al alcance de menos jugadores, aunque la recompensa es tan maravillosa como poder observar tu dorsal retirado en lo alto de lo que por tantos años llegaste a llamar hogar.

Post Javier Navarro 

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