Dirk ya es LEYENDA



El pasado 5 de enero, un emotivo acto tenía lugar en el American Airlines Center de Dallas. Un ambiente íntimo envolvía el estadio, mientras una tenue luz azul ofrecía el perfecto ecosistema para el evento que estaba teniendo lugar, que no era otro que la retirada de la camiseta de uno de los más grandes jugadores europeos que ha pisado la NBA.

La bandera con el número 41 esperaba paciente al momento perfecto de la noche para, después de un sentido discurso e innumerables vítores y aplausos, surcara el cielo del recinto para colocarse en el lugar que le corresponde a las leyendas. Este número no se volverá a usar en el equipo Texano, quedando claro que el único jugador que podía hacer honor al mismo no sería, ni será otro que Dirk Nowitzki.


Dirk siempre ha sido un tipo especial. Llegó a la liga en la temporada 1998-99 después de hacerse con el MVP y el galardón al máximo anotador de la Bundesliga, como despedida antes de cruzar el charco en pos del gran sueño americano.

Este gigante de 2,13m fue contemporáneo de otro de los mejores Ala-Pivots de la historia, que no fue otro que Tim Duncan. Estos dos rivales coincidentes en la conferencia Oeste destacaron por su falta de necesidad de estar bajo el foco de las cámaras durante una NBA que gritaba todo lo contrario, lleno de ruidosos nombres propios como Allen Iverson, Kevin Garnett, Shaquille O’Neal o Rasheed Wallace.


Dirk iba a lo suyo. Siempre ha poseído un espíritu competitivo pero humilde. Sus ganas de triunfar “a la americana” se alimentaban de unos fundamentos y mentalidad que respiraba aroma europeo. Por ese motivo, no es de extrañar su temple en situaciones clave y su frialdad en determinados momentos, la cual provocaba que, año tras año se fuera convirtiendo, primero en un jugador franquicia, para luego alcanzar el estatus de leyenda en la ciudad de Dallas.


Todos conocemos el recorrido de este talento alemán. Una vez campeón de la NBA, un MVP, otro MVP de las finales, un concurso de triples y 14 veces All-Star. Tan sólo estos datos ya justifican claramente la ascensión de su número en el recinto que le recibía cada noche de espectáculo baloncestístico.

Sin embargo, siempre hay algunos ligeros detalles que se nos escapan, como que Dirk ha sido más veces All Star que los años en los que no lo ha sido. Pues ha asistido como hemos dicho en 14 ocasiones, siendo tan sólo 7 los años en los que no ha participado en el partido de las estrellas.

Además, este gigantesco Robin Hood pertenece al selecto club del 50-40-90, siendo esto los porcentajes de acierto durante toda una temporada regular en tiros de 2, tiros de 3 y tiros libres, respectivamente.


Pero esto no acaba aquí, pues Nowitzki además fue galardonado con el premio al mejor compañero de la liga, en el que (palabras del propio Dirk entre risas), ese año ninguno de sus propios compañeros de equipo le votaron para ello. Pese a ello, no hay más que pararse a ver la relación y estilo de comunicación que tenía con sus compañeros de equipo, para darse cuenta de que el papel de mentor le va como anillo al dedo, y un recién llegado Luka Doncic puede dar buena cuenta de ello.

Para el esloveno, el haber tenido la oportunidad de coincidir con la máxima estrella que los Mavs han tenido en sus 40 años de historia, ha sido todo un privilegio. Las similitudes entre ambos son numerosas, pues ambos abandonaron sus ligas europeas tras haber triunfado a una temprana edad. Con un estilo de baloncesto que causó incertidumbre en un primer momento, para luego convertirse en una profunda admiración por la frescura, el empeño y la templanza que trae bajo el brazo un jugador madurado en El Viejo Continente.


Efectivamente, Nowitzki no podría haber llegado a este punto en su carrera si uno de sus grandes valedores (además de propietario de la franquicia), Mark Cuban no hubiera estado en la misma sintonía que él. Y es que el excéntrico empresario siempre ha apostado por el 41, haciendo todo lo posible para formar un equipo a su alrededor, sin caer en la tentación de un Big3 circunstancial que pudiese servir de trampolín a la franquicia jugándoselo todo a una carta.

De ese modo, el título logrado frente a unos Miami Heat que daban realmente miedo con LeBron, Wade y Bosh entre muchos otros, tuvo un significado aún más importante. Pues había sido un título construido con unas sólidas bases. Con jugadores de mucho talento, sí, pero elegidos de la manera más escrupulosa en busca de construir el engranaje perfecto. De ese modo Caron Butler, Jason Kidd, Tyson Chandler y Shawn Marion colocaron a los Dallas Mavericks en lo más alto del baloncesto mundial en el 2011.


Durante la ceremonia de retirada del dorsal, Dirk fue agasajado por Mark Cuban cuando le recordó que su nombre permanecería siempre en el estadio, su silueta luciría en el parqué de la cancha en cada partido, y una nueva estatua daría la bienvenida a los aficionados fuese cual fuese el estadio en el que los Dallas Mavericks jugasen.

En ocasiones como esta, en la que se escribe sobre una leyenda que has visto jugar durante toda tu adolescencia, al que le has “robado” movimientos y has estudiado cada una de sus jugadas, es muy complejo terminar de describir todo lo que este fenómeno melenudo ha significado para la Liga. Y no solo para la liga, si no que sus múltiples galardones como mejor jugador europeo, MVP de competiciones internacionales, máximo anotador en competiciones FIBA y demás hacen que, el elevar su dorsal tan sólo en un determinado punto de la geografía estadounidense, cualquiera pueda pensar que dicho acto se ha quedado corto.


La sensación que deja Dirk Nowitzki es de paz. De saber cuándo retirarse. Pero personalmente, también deja un ligero regusto a retorno. A que esto aún no ha acabado, y que podríamos ser testigos de ver otra faceta suya de aquí a un corto periodo de tiempo, quizá más cerca de la pizarra, mejor vestido y discutiendo con los árbitros mientras corre por la banda dando instrucciones.

Post Javier Navarro 

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