Allen siempre fue La Respuesta



Hace algo más de 8 años que Allen Ezail Iverson se retiró del baloncesto. Aquel jugador que un día vimos en uno de los resúmenes de “mejores jugadas”, y que luego no podíamos dejar de buscar en los telediarios, revistas e incluso cromos, nos había volado la cabeza y cambiado nuestra percepción del baloncesto.

Iverson es, en gran parte, responsable de la NBA que estamos pudiendo disfrutar a día de hoy pues sin él, muchos de los conceptos que ahora mismo reinan en la liga, no tendrían el protagonismo del que disfrutan. The Answer siempre conoció sus limitaciones en un entorno en el que todo el mundo superaba su altura por casi 20 centímetros. Por eso mismo hizo válido para su estilo de juego el ya denominado “run & gun”, consistente en generar más posesiones por partido a través de transiciones más cortas que propician tiros durante los 12 primeros segundos. La estrategia era clara: La defensa no se podía colocar, si el base cruzaba la pista con el aro como único objetivo.

Esto se ha traducido en el vistoso juego de unos Miami Heat que disfrutaban de las transiciones rápidas, al igual que posteriormente lo ha hecho Golden State y, en los años más recientes, Sacramento o los propios Brooklyn Nets.


Pero Allen no era tan sólo un impaciente pistolero. Él disfrutaba de su elasticidad y explosividad, y de estas condiciones nació uno de los crossovers más mortales que la NBA ha llegado a ver. Los brazos bien estirados, el balón saliendo de la parte más alejada del escolta, sus manos casi rozando el suelo mientras pasaba el balón de una a otra, y la perpleja mirada de su defensor desde el otro costado del parqué, sabiendo que esa semana será el triste protagonista de otra de las mejores jugadas del 3 de Philadelphia. A un jovencísimo Kyrie Irving eso le impresionó y, a día de hoy, es uno de los mayores trileros que he podido apreciar en el mundo del baloncesto, con permiso de los señores Jason Williams, Magic Johnson y Pistol Pete.

A.I. siempre va a ser recordado por la gente ajena a este deporte como “un tío con unas pintas chungas vestido de espantajo”. Sin embargo, y aunque pueda haber una buena porción de verdad en esas palabras, Iverson se encargó de demostrar a todo el globo que da igual de donde vienes o cual es tu pasado, pues con esfuerzo, dedicación y confianza, un chico de barrio, con pintas de chico de barrio y vestido de chico de barrio, puede llegar a lo más alto tanto en su carrera profesional, con un MVP y 4 títulos de máximo anotador de la liga, como a nivel mediático, con fans de todas las culturas, niveles sociales y convicciones llevando sus camisetas y comprando las últimas Reebok con su nombre.


Por supuesto que Iverson no era el primer jugador salido de una situación difícil, con pintas difíciles y carácter completamente indiferente a las miradas de los que le rodeaban. ¡Para eso ya estaba Dennis Rodman!.

Lo que sí abrió este chico de Virginia, fue el camino a la curiosidad de los entrenadores en este tipo de localizaciones tan abandonadas del “País de las Oportunidades”. De repente, pasar por canchas menos concurridas, barrios que no aparecían en las guías de viaje y obviar comportamientos claramente más despreocupados de lo habitual no parecía tan mala idea.

Al fin y al cabo, se buscaba un diamante en bruto. Paradójicamente, en estos lugares, scouts y entrenadores han encontrado algo más valioso. Unos diamantes a medio pulir, que en muchos aspectos comenzaban a rendir de manera más prematura y suponían un claro impulso en el primer año para el equipo que les drafteara. JR Smith, Stephen Jackson, Amar’e Stoudamire o Carmelo Anthony, son jugadores que no lo han tenido fácil durante su infancia y han podido aprovechar el surco creado por la fuerte pisada de Allen Iverson en la liga.


Toda esta situación llegó a chocar frontalmente con la dirección de la NBA, hasta tal punto que se vieron obligados a establecer un código de vestuario, pues Iverson, como él mismo apuntaba “visto con la ropa que llevaré donde vaya después del partido”. Curiosamente, dichas normas se relajaron en 2020 con motivo de dar un respiro a los jugadores durante y tras La Burbuja. De todos modos, y antes de llegar a esa modificación normativa, la explosión de las redes sociales no hacía más que proveer a la propia institución de más y más followers a través del curioso estilo de vida y sentido de la moda de sus más preciados activos, que no eran otros que los propios jugadores.

A día de hoy, lo que reivindicaba Iverson en su anuncio de zapatillas al expresar su tan famoso I AM WHAT I AM (una campaña también compartida con Iker Casillas), es lo que nutre a la versión más mediática de la sociedad. Pues en la actualidad, los medios quieren premiar la máxima expresión de la genuinidad sabedores del gran efecto que esto tiene en las masas y en la creación de ídolos para las nuevas generaciones.


Lo curioso de todo ello es que, a Allen ahora mismo no se le ve constantemente en la televisión. De hecho, no se suele sentir muy cómodo durante los eventos de la propia liga, tales como la celebración del 75 aniversario de la competición. Iverson quiere seguir su ritmo, hacer sus campus, asistir a sus partidos y dedicarse a sus negocios. Y sí, actualmente su proyecto de venta de cannabis junto a su ex compañero Al Harrington, es una de sus actividades y no se esconde de ello. Es más, está deseando promocionarlo más.


La cosa es que, los que hemos vivido los años dorados de este jugador, lo echamos de menos. Y en cierto modo, se produce un grado de incomprensión y frustración al ver que al haberse salido un poco del foco más mediático, los más jóvenes en los barrios ya no llevan la camiseta con su nombre. Ya no ratonean en las canchas buscando penetraciones imposibles o imitando gestos como aún lo hacen con Jordan o Kobe. Y esto a cualquier jugador y ex jugador le aterraría y le dañaría irremediablemente su ego.

Pero por eso él es quien es, y no hay otro igual. Porque Iverson no mira alrededor para comprobar lo que opinan los demás. Cada día se levanta, se pone sus oros y sus zapatillas para seguir su propio camino, siempre mirando alto, seguro de sí mismo y sintiendo que, como ya todos sabemos, él es La Respuesta.


Post Javier Navarro 

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