¡Hasta siempre sergente Sinisa!



Corrían los años 90, en aquellos años los niños desde las edades más tempranas solían jugar afuera, en las carreteras. Los críos con la pasión del futbol los podías encontrar en cualquier sitio, menos que dentro de las cuatro paredes del hogar y, sobre todo, sin móvil en las manos, tan solo con un balón, casi siempre desgastado, como único objeto de deseo. Las calles con los coches aparcados a los lados de la carretera se transformaban mágicamente en los estadios más famosos, los abuelos que te reñían desde los balcones y te amenazaban por el descarado ruido de los gritos (y por el miedo de encontrarse el coche roto, más que otra cosa) eran el público más ultra de estos teatros escénicos. 

En aquellos años noventa, en Italia, los niños estaban en todas partes y se juntaban para jugar a la pelota, dos equipos, un solo ganador. Los más afortunados llenaban los viejos y abandonados campos de tierra arenosa, aquellos campos que, cuando te caías, lo mínimo que te podía pasar era volver a casa lleno de sangre, pero contento y satisfecho, porque habías marcado el gol a tu mejor amigo y tu equipo había ganado. 

En casa luego te mirabas las heridas y te sentías contento porque habías luchado en el campo como tus héroes hacían en el verde los domingos, y al día siguiente los contemplabas en los cromos Panini y los intercambiabas en el cole con los compañeros que retabas para los siguientes partidos. Había el vecino que era Zizou o Del Piero, el mejor amigo era Mancini o Boksic, había Pietro Vierchowod, estaban Casiraghi y Fonseca, Chiesa, Signori, Gianfranco Zola, Gianluca Vialli, los argentinos Batigol y Abel Balbo y los más virtuosos eran los encargados de las faltas y solían ser Roberto Baggio, que era el que las chutaba con gracia y elegancia y luego había él que elegía la potencia y precisión y aquel siempre era Sinisa. Nuestro ídolo fue precisamente el genio de las faltas, el que tiraba las “bombas”, el “sergente” Sinisa Mihajlovic.


Todos queríamos chutar fuerte cómo él y todos decíamos “tira la bomba” antes de las faltas. Sus bombas, o zurdazos, llegaron a tocar la velocidad de casi 170 km por hora. En una entrevista dijo: “cuando chuto le doy mucha fuerza: el balón se levanta y baja de repente. Una vez marqué desde 65 metros y cuando estaba en el Estrella Roja llegaron desde la universidad de Belgrado para estudiar mi potencia, la trayectoria y la velocidad. Me quedé unos días con estos señores, tenían extraños instrumentos. Me interrogaron durante mucho tiempo, me estudiaron y me midieron. ¿Resultado? No consiguieron entender nada”.


La fuerza de este jugador era tal que todo el mundo, yo me incluyo, pensábamos que podía ganar la lucha más difícil de su vida, teníamos la esperanza que también con su famoso zurdazo podía doblegar la enfermedad que lo atormentaba desde hace unos años, pero así no fue, y con solo 53 años ya no podrá pisar sus zonas de confort, los campos que lo vieron protagonista tanto como jugador tanto como entrenador. Hace pocos días, el 16 de diciembre de 2022, se apagó y se acabó su lucha contra una forma muy agresiva de leucemia, y fue entonces que me acordé de aquellas tardes y me acordé de todo lo que me trasmitió Sinisa y que seguirá vivo en los recuerdos de todos los apasionados de futbol como yo y por eso quise revivir su historia y homenajear su memoria.


El futbolista de padre serbio y madre croata, nace a Vukovar ciudad y puerto fluvial más grande del Danubio en el lado croata, y se cría en otra ciudad ubicada ligeramente al norte de Vukovar, Borovo y es aquí donde mueve sus primeros pasos en el futbol antes de pasar a otro equipo en el 1988, en la ciudad serbia de Novi Sad, el Fudbalski Klub Vojvodina Novi Sad, equipo donde ganará su primer campeonato en el 1989 empezando a destacar. El año siguiente, el volante que destacaba por su prodigiosa zurda, pasará a la Estrella Roja de Belgrado por unos 750.000 euros que lo convirtieron en el primer fichaje más caro de la ex-Yugoslavia

Con el Estrella Roja, Sinisa, se consagra como uno de los mejores futbolistas de Yugoslavia con tan solo 22 años, ganando dos ligas locales y la final, contra el Olympique de Marsella, de la Copa de Campeones del 1991 y, además, la Copa Intercontinental del mismo año. Inevitablemente, también por su fuerte carácter que lo distinguía en el rectángulo de juego, se transforma en el ídolo de los ultras de la Estrella Roja dirigidos en aquel entonces por Zeljko Raznatovic, más conocido como “el tigre Arkan” con el que empezará una relación de amistad.


Es en este periodo que desafortunadamente empieza la guerra en Yugoslavia y vivir en este clima se hace imposible para Sinisa que empieza a tener ofertas europeas importantes, una entre otras del Real Madrid. Pero en el 1992 llega a la Roma un entrenador serbio, Vujadin Boskov que ya conoce muy bien al joven Sinisa y le convence para su aventura en Italia, en la Roma, por una cifra cercana a los actuales 4 millones y 500 mil euros. Los primeros 2 años no se adapta bien al juego romanista ni como lateral izquierdo y será cedido a la Sampdoria en el 1994

Aquí el entrenador, el sueco Sven Goran Eriksson, tiene una intuición genial y lo pone al centro de la defensa transformándolo pues en uno de los mejores defensas centrales de toda la liga italiana. En Genova, con la Samp, se quedará 4 años y se formará como jugador todoterreno, defensa experto con grandes dotes técnicas en la fase de impostación del juego que, junto con su espirito guerrero y su garra en el campo, le ayudarán a incrementar su fase ofensiva llegando a marcar con más frecuencia y le otorgarán un carácter de líder hacia sus compañeros.


Después de la Samp pasará a vestir la camiseta de la Lazio del antiguo presidente Cragnotti por 11 millones y con su nuevo equipo ganará una Supercopa Italiana, la “Coppa delle Coppe”, una Supercopa Europea y el Scudetto del 2000 marcando 33 goles en todo el periodo en la capital italiana. En la época de la Lazio tiene el récord de goles de faltas directas, tres en un mismo partido, fue en un Lazio-Sampdoria de un 13 diciembre del 1998 que acabó 5 a 2. Luego afirmó: “marcar 3 goles de falta directa en un mismo partido creo sea un récord que pocos podrán pensar de batir. Yo en las faltas miraba siempre el portero hasta el último metro de carrerilla. Muchos lo hacían para chutar los penaltis, yo era el único que lo hacía chutando las faltas”

Los en la capital romana serán también años controvertidos en su carrera, años donde reconfirmará su amistad con el tigre Arkan después de su muerte, afirmando de que a pesar de las cosas horribles que hizo, él mantendría su amistad. También se recuerda un choque contra el ex jugador del Arsenal Patrick Vieira, se intercambiaron insultos y se tacharon de racistas para luego llegar a solucionarlo volviéndose amigos. Sinisa era un motivador, tal vez excesivo en el campo. En una entrevista al Corriere dello Sport declaró que para motivarse y rendir al máximo en el terreno de juego tenía la necesidad de tener a un enemigo, se preparaba a decirle de todo en el campo para hacerle perder los papeles y ponerlo nervioso y enfadado así pues jugaba con más rabia él mismo también.


Después, en el 2004, fichará por el Inter de Milán donde finalizará su carrera de jugador en el 2006 para dedicarse a entrenar empezando como segundo de su amigo Mancini, ex entrenador del Inter en aquel entonces. Como entrenador, en su curriculum, tiene equipos importantes como Bolonia, Catania, Fiorentina, la selección de Serbia en el 2012-13, Sampdoria, Milán, Torino y Bolonia. En Bolonia vivió la última etapa de su vida empezando a convivir con su enfermedad. Él mismo dijo en una entrevista: “he descubierto una parte de mí que no conocía: vivo todo de manera más intensa. Gozo de cada instante y he aprendido a contar hasta 6 o 7 antes de enfadarme, sé que puedo llegar a 8. A 10 no me lo pidáis, no es cosa para un hombre como yo”. ¡Simplemente un grande, hasta siempre “sergente” Sinisa!




Fausto Mangione @serpico_81 @serpicomangio

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