Vinicius y los elementos violento-filosóficos de un derbi.



"Vini, tu tranquilo, habla conmigo". Protección dentro del campo. Con estas palabras el entrenador Carletto Ancelotti quiso proteger a Vini de las continuas provocaciones por parte de los adversarios que lo tildan a su vez de provocador y por parte del árbitro que, en varias ocasiones, y sin punir todas las faltas que recibe el carioca, buscó al mismo entrenador para reprocharle la actitud del jugador en el césped. 

Como si el asunto no fuese con él. ¿Por qué no se dicen las cosas como son? ¿Por qué no se analiza si el trato que se les da a otros jugadores de la misma edad que juegan en otros equipos es el mismo? ¿Por qué tanta rabia y tanto desprecio hacia un joven de 22 años que está jugando al fútbol? Para explicarlo me vino a la mente una escena, un pequeño salto temporal de unos siglos atrás e imaginé un paralelismo entre las dinámicas actuales del fútbol y los eventos deportivos más importantes en los tiempos de los antiguos romanos.
 

Intenté revivir el momento en el que los gladiadores entraban en la arena sabiendo que aquello iba a ser su ultimo día. El público del anfiteatro, como un estadio moderno, cantando, gritando, abucheando y todos esperando al juez final del espectáculo, el emperador, que con el pulgar hacia arriba o con el pulgar hacia abajo decidía la suerte del único luchador que quedaba vivo. 

Según la dirección del pulgar que indicaba el emperador los gritos se decantaban hacia o contra el gladiador, héroe o víctima en un instante. Los siglos han pasado pero las similitudes, obviamente con diferentes parámetros, me parece que se han quedado enquistadas. El público, los espectadores, se retroalimentan de preconceptos que ahora vienen lanzados en el mundo digital por parte de muchos medios o tertulianos influyentes que juzgan, muchas veces utilizando sentencias demoledoras disfrazadas de opinión hacia el jugador, exactamente con la misma sencillez con la que los antiguos emperadores sentenciaban, con el pulgar arriba y el pulgar abajo en un instante. 


Muchos críticos objetivos suelen llamar manipulación a varias practicas oratorias o escritoras con el fin de llevar la gente a pensar en una determinada manera. Me acuerdo que Mourinho, en su etapa en el Inter de Milán, definió estas prácticas como prostitución intelectual dando en las ruedas de prensa explicaciones muy claras, llegando a criticar y señalar a un gran sector de la prensa italiana culpable de no decir la verdad sobre los acontecimientos que pasaban en aquel entonces, o incluso encubrirlos según qué equipo. 

Ahora, para quitar un poco de peso al bombo que se le ha dado al hecho previo al derbi de la capital española, voy a analizar las cuatro palabras de la pancarta de la vergüenza de algunos elementos indefinibles. "Madrid odia al Real". Madrid: es la capital de la comunidad autónoma de Madrid y capital de España, su población asciende a 6, 751, 251 habitantes. Odia: tercera persona singular proveniente del verbo odiar; su etimología proviene del latín: odium, odisse, sentimiento de fuerte y persistente aversión por lo que se desea el mal o la ruina del próximo. En la definición online más moderna, odio es un sentimiento de hostilidad tan fuerte y tan duradero que produce el deseo del mal o ruina de algún otro. Finalmente, al Real, supuestamente se refiere al equipo del Real Madrid.


Según los autores de la pancarta pues, seis millones y medio de habitantes residentes en la capital de España tendrían este sentimiento hacia el equipo con más títulos de la capital. Vamos, para reírse. Además, para firmar este mensaje, colgaron un muñeco con la camiseta de Vini Junior. No de otro jugador o representante de los merengues, ni de Florentino Perez ni Carletto, artífices de los últimos trofeos de las últimas décadas. Sino de un chaval de 22 años.

Un chaval brasileño. Un chaval humilde que supo aguantar toda clase de burlas y memes desde que pisó el Santiago Bernabéu. Un chaval que hace años, cuando fallaba los pases o los goles no venía tachado de provocador por parte de un gran sector de la prensa sino como un error, una elección equivocada por parte del club. Es evidente que el mismo chaval de antes, es el chaval que ahora da más miedo a los sinvergüenzas anónimos y racistas autores de la pancarta, y me atrevería a decir que a algunos periodistas también. Esta inútil e irrelevante minoría quiso ponerse a la misma altura de aquel emperador que, sentado en su trono y rodeado de sus esclavos y pueblo espectador, levantase el pulgar hacia abajo decretando el final del gladiador ganador. 


Lástima que la realidad sea otra y que el único capacitado para decidir su futuro sea el mismo chaval que hizo ganar el trofeo más importante de la última competición europea marcando el único tanto contra el Liverpool de Kloop y que hizo soñar millones de aficionados en todo el mundo. ¿Cuáles pueden ser las raíces del problema?. Con el desarrollo del futbol mediático se acentúa una separación entre clubes, a nivel gerencial. y sus aficionados. Todos están sujetos a las amenazas de grupos facinorosos y de capo-clanes que controlan redes organizadas de hinchas. 

Muchas veces las dirigencias societarias no encuentran la manera de rebelarse a la ilegalidad. La relación entre dirigentes e hinchadas ha asumido características cada vez más raras y el reconocimiento de los roles y de la autoridad entre los dos actores ha ido disminuyendo de manera exponencial. Además, las mismas transformaciones que las televisiones de pago han introducido en las modalidades de consumo del futbol han producido una diferenciación interna entre las mismas hinchadas. 


Con la expulsión de los estadios de las hinchadas tradicionales más agresivas por parte de muchos dirigentes, se abre una nueva fragmentación interna. Las hinchadas se siguen manifestando con los colores sociales del club y están, de manera constante y de forma prejudicial, en conflicto con las varias dirigencias. Ha cambiado el "management” de los clubes que siempre están más volcados a la gestión comercial de sus operaciones. Esta fractura es al mismo tiempo la causa y el producto de la subterránea mutación genética del sistema.

Elementos filosóficos de un derbi. El sentido de pertenencia a una comunidad de afines, unidos por un destino común, se genera cuando la comunidad está inducida a representar la propia identidad en contraste con la de otra comunidad o de un poder que la oprime o la desafía. La comunidad imaginaria hereda y reproduce el complejo sistema de relaciones sociales basadas en la oposición fundamental o binomio enemigo-amigo. Todas estas dinámicas se pueden encontrar en la filosofía de un derbi, es decir, cuando dos equipos de una misma ciudad se enfrentan entre ellos. Los dos equipos están siempre en oposición entre ellos.

Recordamos las más importantes, por ejemplo, Roma-Lazio, Inter-Milan, Barça-Espanyol, Real Madrid-Atletico de Madrid, Glasgow Rangers-Celtic, Betis-Sevilla, etc. Las fuerzas de seguridad catalogan siempre como partidos de alto riego los derbis y las fases previas a los partidos fuera de los estadios. Una posible explicación del aumento exponencial de actos violentos en proximidad de los partidos de alto riesgo es el rol y la influencia de las televisiones y de los medios de comunicación en general, entre ellos las redes sociales, por ejemplo, sobre un público más joven. 


El medio televisivo estimula en narcisismo y el exhibicionismo de las varias hinchadas que se desafían con coreografías fantasiosas y ostentaciones de banderas y símbolos del club, cánticos, coros y pancartas, como se puede ver en las curvas. Las diferentes hinchadas aprovechan cada evento retransmitido por las emisoras televisivas y lo consideran como una oportunidad para externalizar sentimientos, estados de ánimo, necesidades y los colores. Todo esto crea una escenografía que en el lenguaje sociológico ayuda a la producción del significado del evento deportivo que tiene como contorno a la prensa, la radio, el cine y las redes sociales como elementos que contribuyen a la revolución telemática que sostiene los pilares del complejo sistema del futbol mediático. 

En este sistema complejo el aficionado no es un simple consumidor de eventos deportivos. Cuando va al estadio o cuando se prepara para ver el partido desde casa, está celebrando un ritual de confirmación. Pasión, sentido de pertenencia a una comunidad, la fidelidad al propio equipo son los elementos esenciales de la fe deportiva. El aficionado puede cambiar opiniones políticas, condiciones económicas, gustos y estilos de vida, profesión, pero no el sentido de pertenencia al equipo del corazón. La componente teatral del espectáculo futbolístico está fisiológicamente exaltada por el comento mediático y por su retórica y todo esto induce inevitablemente millones de personas a una especie de dependencia. 


Finalmente, dato no menos importante, el futbol es un deporte de equipo que se asocia al sentimiento de pertenencia a un grupo o comunidad y a la representación del conflicto. Este último aspecto se ha intentado eliminar constantemente probando a enjaularlo por un sistema de reglas que han querido eliminar su parte más violenta depurando cada elemento de violencia explícito, sin conseguirlo nunca del todo. Sin embargo, el futbol, a veces, estiliza y recrea en miniatura las dinámicas de las guerras. 

La reproduce en pequeña escala, pero la depura de todos aquellos elementos que la civilidad ha transformado en tabú: sangre y muerte. El futbol como el rugby y el baloncesto, el hockey o el waterpolo, posee el elemento de la territorialidad que alimenta el imaginario entre jugadores y público. Este concepto se traduce en el objetivo deportivo enfocado a la capacidad de violar un territorio presidiado de adversarios y de defender el que uno tiene asignado. Dinámicas que se materializan en infinitas acciones de juego y que están llenas de significados simbólicos. 


Las acciones, además, prevén el contacto físico entre jugadores, cosa que, por ejemplo, no hay en otros deportes de equipo como el voleibol, y este aspecto puede ser un factor relevante que excita la emotividad del espectador sobre todo cuando la falta cometida por un jugador adversario parece amenazar la integridad física del propio jugador preferido. Se crea así una especie de fusión, una comunión psicológica entre público y deportista, como si el cuerpo del jugador fuese percibido como un cuerpo colectivo. 

Fausto Mangione (@serpicomangio / @serpico_81)


























@serpico_81

Comentarios

Entradas populares