A los jugones les gustan los Play-Offs




Desde que di mis primeros pasos en el baloncesto, con tan sólo 6 años y enfundándome una enorme camiseta con el número 15 que me cubría espalda y parte del trasero, siempre he escuchado la misma frase: “Cuando se decide el partido, los jugones SIEMPRE quieren el balón”

Resulta extraño, porque por norma general no tengo buena memoria, pero es hablar de baloncesto y afloran en mí los recuerdos más tempranos que alberga mi cabeza. Lecciones de vida que se quedan con frases muy sencillas y seguramente completamente carentes de importancia para los niños y mayores que las pronunciaban en ese momento, pero de alguna manera “ganamos todos y perdemos todos”, “las remontadas empiezan desde la defensa” o “Javi, deja de hablar mientras corres porque te dará flato”, son algunas de las perlas que desde muy temprana edad se han colado en mi cabeza. Aunque ninguna como la antes citada, pues es la que, para bien o para mal, ha condicionado mi visión de las estrellas del deporte. Cuánto ansían la victoria, cómo de determinados son sus actos y qué están dispuestos a hacer para conseguir el triunfo, es lo que más me apasionaba de estas leyendas.


La liga regular ya ha finalizado. Tras 82 partidos, o quizá alguno más si el equipo ha tenido que jugar el Play-In, ha llegado el momento más esperado de la temporada cuando, por fin se ve escrito en los laterales del parqué las palabras “Play-Offs”: El momento en el que los jugadores pelean por un puesto en la eternidad del baloncesto, haciendo gala de todas las fortalezas construidas como equipo a lo largo del curso y sirviéndose de todos los recursos a su alcance a todos los niveles. Pero ahora, por encima de todo, ha llegado el momento de los héroes.

Esos jugadores que han estado luchando durante todo el año por el MVP o por ser el máximo anotador de la liga, ahora inexplicablemente subirán un punto más sus prestaciones y sus contribuciones al equipo, mientras que tú, como aficionado incondicional, te comenzarás a preguntar si tu jugador favorito realmente tiene algún tipo de límite.

Nombres propios como Jordan o Iverson subían una media de 3 puntos por partido entre liga regular y postemporada (de 30 a 33 y de 26 a 29 respectivamente), todo con tal de prestar sus mejores servicios para encarar la recta final del torneo. De hecho, el año en el que The Answer llegó a las finales, llegó a promediar 33 puntos por partido durante esos Play-Offs, tan sólo chocándose con el enorme obstáculo de púrpura y oro que suponían Kobe y Shaq en 2001.


El propio MJ, primero durante la temporada 1991/92 incrementó sus puntos por partido de 30.1 a 34.5. En la siguiente temporada regular, en la que acababa con 32.6 puntos por noche, dejó su media de puntos en Play-Offs en un escalofriante 35.1 para conseguir así su primer Threepeat. No contento con esto, para conseguir el anillo del Último Baile en el 98’, su Alteza Real incrementó su participación en el marcador en +3.7 puntos por partido.

De hecho, ¿recordáis en algún momento en el que Mike no pidiera el balón cuando el partido estaba “en el alambre”? Tan sólo hay que ver los highlights de su carrera para ver cómo destrozaba a las defensas de mil formas diferentes en los momentos más delicados del juego.


Kobe Bryant en 2009 buscó la redención tras demasiadas temporadas sin conseguir el tan ansiado cuarto anillo. Desde la salida de O’Neal, los inconsistentes movimientos de la directiva que casi desencadenan que la historia de la Mamba Negra se desarrollase en Chicago, unido a una de sus más amargas derrotas en las finales contra sus archienemigos de Boston, convirtieron a Kobe en un depredador que incrementó de 26.8 ppp a 30.20 (+3.4), en un momento en el que no olvidemos que fue clave para él la confianza en su equipo y el dejarse elevar por el esfuerzo colectivo, tanto en ataque como en defensa. Eso sí, cuando en 2010 llegó el momento decisivo, el 24 no dejó nada en la recámara y reclamó para sí mismo el Back-to-Back, liderando de nuevo a unos talentosos Lakers y acostumbrando a la ciudad de Los Ángeles a celebrar dos títulos consecutivos después de casi 10 años.


Durante el día de hoy podríamos hablar largo y tendido de los +4 puntos por partido de Curry en el año de su primer anillo, también del incremento de puntos de un brutal Westbrook durante la temporada 2016/17 en el que subió de 31.4 puntos por noche durante la temporada, hasta unos vertiginosos 37.4 puntos por partido en unos cortos play-offs de 5 partidos, pero dejemos por un momento los números de lado, y centrémonos en las sensaciones.

En la NBA se encuentran, a día de hoy, los jugadores más preparados, habilidosos y espectaculares de todo el planeta; eso es un hecho. Por supuesto, en Europa sigue habiendo jugadores sobradamente capacitados, e incluso más capacitados que otros que ya están dentro de la propia liga, para competir al más alto nivel. La diferencia en todo esto la marcan los denominados “Jugadores Franquicia”.

Jugadores como LeBron James, Giannis Antetokounmpo, Luka Doncic o Nikola Jokic son los claros referentes de sus propias franquicias, pero eso no asegura que todos los jugadores emblemáticos de los equipos puedan llegar a ser del club de los que meten una marcha más cuando el partido se encuentra en su punto más álgido.


En ocasiones el propio ritmo de partido y la velocidad crucero que toman jugadores como el ya mencionado LeBron James o el recién llegado Kevin Durant, se mantienen durante los 48 minutos. No nos engañemos, pues es un ritmo muy alto de anotación y acciones individuales que sobrepasarían las habilidades del 90% de los jugadores profesionales, pero les falta algo.

Recordando las finales de “La Burbuja” no se puede evitar pensar en la constancia y solvencia de los Lakers durante todas las series, pero tampoco podemos olvidar la descarada demostración de liderazgo que ofreció Jimmy Butler, especialmente en el quinto partido cuando, a pesar de los 40 puntos, 13 rebotes y 7 asistencias de LeBron, (¡con 71% en tiros de campo!), Butler comenzó a enchufar a sus compañeros desde el principio integrándolos en cada jugada para que todo estuvieran a tono para los momentos finales del partido. Al final el 22 de los Heat acabó con 35 puntos, 11 asistencias y 12 rebotes, 3 de ellos fueron ofensivos y determinantes en los últimos 3 minutos del partido.

La diferencia estaba ahí. No en los números, ni en la constancia, si no en el propio liderazgo y la toma de las mejores decisiones en los mejores momentos. Por supuesto, los Lakers fueron los campeones ese año, pero Butler demostró ser un líder sobre el que construir una franquicia sin lugar a dudas.


La grandeza de los Play-Offs reside en este tipo de actuaciones en las que John Stockton y Karl Malone parecía que habían ensayado la noche anterior la coreografía de cada uno de los pick n’ roll que efectuaban en esos partidos. Momentos en los que los dobles y triples bloqueos ciegos volaban entre Draymond y Klay para dejar a Curry completamente sólo en la línea de tres, o cuando veías como “Anteto” recibía un pase en carrera desde lo alto de la bombilla con la única intención de arrollar a sus rivales liberando la fuerza contenida durante la temporada.

Cuando llega abril no hay nada que guardar para luego, porque quizá luego ya no exista la posibilidad, y eso Doncic o Lillard bien lo saben. El momento para brillar ha llegado, y Jokic lo tiene muy claro cuando durante toda su carrera ha incrementado una media de 6 puntos por partido en Play-Offs respecto a la liga regular.

Por supuesto, la amenaza de los Nuggets le pesará a unos Wolves con claros problemas de integración en el vestuario, pero a jugadores como Anthony Edwards les gusta moverse en el barro para poner el foco en sus propias capacidades y en los deseos de victoria que les mueven.


Como cada año, a casi todas las series las acompaña un morbo especial, ya hablemos tanto de Cenicientas y equipos en el ocaso como en la serie entre Kings y Warriors, de nuevas rivalidades como Milwaukee y Miami o de excompañeros que se encuentran como Westbrook y Durant. Lo que si está claro es que, entre decepciones e ilusiones, nosotros iremos siguiendo el “bracket” que se vaya dibujando mientras que descubrimos que los malos no eran tan malos, y que los buenos ahora son mejores, movidos por un insultante deseo de victoria y la sensación de tener un vacío en uno de los dedos, que solo se podrá llenar con el legendario anillo de campeón.



Javier Navarro

@xoponos / @hooponos

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