La decadencia de Brasil

Brasil cae eliminada en cuartos de final de la Copa América ante Uruguay. Una participación que roza lo lamentable si tenemos en cuenta de qué selección estamos hablando. Cuatro partidos disputados, con únicamente una victoria contra Paraguay. En el resto de encuentros, no ha conseguido pasar del empate en ninguno de ellos, quedándose sin marcar gol hasta en dos ocasiones, para finalmente caer eliminada por penaltis en la primera ronda eliminatoria. Unos números muy fieles a la realidad actual de la canarinha.

A cada torneo mayor que pasa, la selección brasileña pierde fuerza como candidata, algo difícil de creer cuando nos referimos a la única pentacampeona del mundo. La nueva generación de futbolistas brasileños no cumplen las expectativas que supone vestir la verdeamarela, como tampoco parecen tener, como grupo conjunto, el potencial para competir contra los mejores combinados nacionales en los próximos años. Para entender como se llega a esta situación, debemos retroceder en el tiempo, para analizar los motivos que expliquen lo ocurrido y lo que está por venir.

Remontémonos a inicios de siglo, cuando Brasil en 2002 salió campeona del mundo por última vez, con una excelsa plantilla plagada de leyendas. A partir de ahí, siguió cosechando buenos resultados, con dos Copa América consecutivas en 2004 y 2007. Su participación en el Mundial de 2006, con una plantilla de muy alto nivel también, se vio frustrada por una exhibición de Zinedine Zidane. En Sudáfrica 2010, fue eliminada nuevamente en cuartos de final por la futura subcampeona, en una edición que sirvió de transición hacia la nueva camada de jugadores que representarían a la selección en los años venideros. En 2014 sufriría una humillación histórica en su propia casa, la famosa derrota por 1-7 ante la apisonadora alemana. De todas formas, alcanzar las semifinales no puede considerarse un fracaso. La selección progresaba y auguraba futuras alegrías para su tierra natal.

Si nos detenemos a observar, vemos que a pesar de no alcanzar la gloria desde 2002, las participaciones mundialistas eran buenas. Siempre eran eliminadas por un finalista, el nivel de juego era bueno y, sobre todo, los jugadores competían. Había grandes capitanes y líderes, como Cafú o Thiago Silva. Había futbolistas considerados entre los mejores del mundo que se echaban el equipo a la espalda, como Ronaldinho y Neymar. También había una larga lista de jugadores que complementaban a las estrellas; Roberto Carlos, Marcelo, Daniel Alves, Kaká, Júlio César o Adriano, entre muchos otros. Por último, el entrenador quizás podría no ser de los mejores, pero sí tenía el respeto y el respaldo del grupo.

Tras dejar mucho que desear en la Copa América de 2015 y 2016, con bajas muy importantes como la ausencia de Neymar en sendos torneos, en el Mundial de 2018 y 2022 empezamos a notar el cambio de tendencia en el estilo de los jugadores brasileños. Jugadores que cada vez se alejan más del jogo bonito natural y carismático que encandila al espectador. Neymar se echó el equipo a la espalda en ambas ediciones mundialistas, demostrando que cuando le apetecía era un jugador extremadamente diferencial y capaz de liderar a todo un país. Un jugador que podría haber cambiado la historia moderna de su selección, pero nunca tuvo el compromiso y trabajo necesario para alcanzar todo aquello que estaba destinado a lograr. El mayor desperdicio de talento en la historia de su país, en mi opinión.

Con todo ello, y a pesar de alzar la Copa América en 2019, llegamos a la actualidad. Una plantilla que probablemente pelea por ser una de las peores generaciones de talento en la historia de Brasil. Hay grandes jugadores individuales, pero todos acumulados en la delantera y ninguno da esperanzas de tener el carácter necesario para coger las riendas y guiar al grupo. Vinicius Junior es el más señalado a ser la próxima gran estrella, pero de momento sus actuaciones no están a la altura y su inmadurez le delata. Una amarilla estúpida le hizo ausentarse del partido contra Uruguay, algo imperdonable del que se espera que sea tu líder en el campo. Hablando de líderes, ¿quién ejerce de capitán y voz de mando dentro de ese vestuario? Con tanto jugador joven, es importante que haya veteranos con la personalidad y el bagaje como para ser el faro de luz de los más noveles.

Todo ese trabajo debería venir acompañado de un entrenador que muestre cierta autoridad y liderazgo, no uno que tenga que pedir permiso para hablar antes de una tanda de penaltis crucial. Dorival Júnior protagonizó una imagen inaudita, un primer entrenador fuera del corro en una charla técnica, cuando debería estar en el centro dando las indicaciones pertinentes. Un suceso inexplicable e incomprensible. Contra todo pronóstico, la federación ha confirmado que continuará en el puesto. Considero que lo hacen por falta de candidatos, una maniobra para no dar una imagen de inestabilidad y crisis aún mayor de la que ya hay.

Como he mencionado antes, la plantilla está descompensada. Exceso de talento individual en la delantera, concretamente en las bandas, pero no hay ningún delantero referencia que fije a los centrales. Además, no ha habido ningún atisbo de química entre los atacantes. El centro del campo es la posición más débil, sin ningún jugador que asuma el rol de director de orquesta, un pivote que ofrezca soluciones en salida de balón o, incluso, un perfil más destructor de juego. Marquinhos y Militão en algún momento han estado entre los mejores centrales del mundo, pero actualmente ninguno atraviesa su mejor estado de forma. Por último, los laterales son, junto a la sala de máquinas, el punto débil más evidente, aún más teniendo en cuenta los laterales que ha tenido a lo largo de su historia Brasil.

Es evidente que algo debe cambiar si quieren evitar estragos mayores, como por ejemplo, quedar fuera de una Copa del Mundo por primera vez en su historia. Podría parecer impensable, pero nada más lejos de la realidad, de momento se encuentran en sexta posición con seis partidos disputados. Gracias al aumento de participantes en la próxima edición, la clasificatoria sudamericana pasa de tener cuatro cupos directos a tener seis, más un cupo para la repesca. Sin embargo, el historial de resultados es negativo en el momento de publicación de este artículo. Dos victorias (Perú y Bolivia), un empate (Venezuela) y tres derrotas (Argentina, Uruguay y Colombia). No gana un partido de clasificación desde el 12 de septiembre de 2023, con una racha de cuatro partidos sin conocer la victoria y tampoco ha conseguido derrotar a ninguna selección que se encuentre por delante de ellos en la tabla. Desde luego, unos datos muy preocupantes.

El cambio más inmediato debe ser en el banquillo, y para ello considero que la federación debe dejar atrás la tradición de solo apostar por entrenadores locales. Todos los jugadores de la selección juegan en Europa, y en su vasta mayoría los mejores entrenadores también tienen origen europeo. Un entrenador extranjero aportaría mejoras a nivel táctico, aunque también deberá comprender la idiosincrasia del futbolista brasileño. Además, como he mencionado, una plantilla tan joven necesita un entrenador que aporte experiencia entre tanta juventud, de esta manera podrán obtener la madurez necesaria para ganar.

El futuro no parece muy esperanzador para esta histórica selección. Los amantes del fútbol desean que vuelva a ser como antes. Temida y respetada por los rivales, amada y aplaudida por el público. Queda tiempo hasta 2026, para cambiar de rumbo y revertir la dinámica. ¿Será capaz Brasil de llegar como una de las candidatas?

Luca Ortiz // @lucacho999

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