De campeonas del mundo a decepción olímpica

La selección española de fútbol femenino deslumbró al mundo el verano pasado, logrando el mayor galardón existente en el deporte rey. Fueron campeonas del mundo, mostrando profesionalidad (tras las discrepancias entre las jugadoras y la federación) y solidez como grupo (a pesar de la inestabilidad que había dentro del vestuario). Teniendo en cuenta todo lo ocurrido previo al torneo, es de aplaudir como consiguieron centrarse únicamente en lo futbolístico, con el fin de lograr el objetivo.

El caso Rubiales fue la gota que colmó el vaso, un escándalo a nivel mundial hizo sombra a lo puramente futbolístico. Aun así, a los que nos interesa lo que ocurre dentro del campo, sabemos que había una generación para ganarlo todo en los años venideros.

Jorge Vilda, a pesar de ser el seleccionador durante la conquista, fue el primer peón del tablero en caer después de la destitución de Rubiales. Las jugadoras llevaban tiempo exigiendo un cambio, acusando que faltaba intensidad en los entrenamientos. Esta información invitó a creer que las jugadoras tenían una ambición grandiosa y deseaban elevar el nivel de profesionalidad y competitividad, tanto del equipo como del fútbol femenino en general.

El cambio llegó, Montse Tomé asumió el cargo, y, en principio, al formar parte del cuerpo técnico de Vilda, solo debía dar continuidad a lo realizado durante el Mundial y, al mismo tiempo, desmarcarse de aquello que le hizo perder el cargo a su antecesor. Conquistaron la Nations League sin problemas mayores, así que la mira ya estaba puesta en los JJOO y en la Eurocopa de 2025. Nada más lejos de la realidad, la versión mostrada por la selección durante los JJOO solo invita a creer que los cimientos construidos hasta ahora se han derrumbado en un abrir y cerrar de ojos. Inseguridad en la mayoría de acciones, una cantidad de errores de bulto inhumana, falta de entendimiento entre las jugadoras, cambios de alineación y sustituciones realizados al azar, y desconfianza en la idea de juego propuesta (la misma que las llevó a lo más alto tan solo un año atrás).

Para mí la culpable es evidente, la incompetencia e inoperancia de Montse Tomé no ha pasado para nada desapercibida. Quizás la frustración del momento me hace juzgarla en exceso (redacto el artículo justo al término del encuentro contra Brasil), pero considero que las jugadoras siguen siendo las mismas que hace un año. No pueden haber cambiado tanto en tan poco tiempo, más aún si tenemos en cuenta que buena parte del plantel ha cosechado muchos éxitos deportivos en el actual mejor club de fútbol femenino, el Barcelona. La falta de formación y experiencia de la seleccionadora es notable, sobre todo cuando el equipo iba por detrás en el marcador (sin olvidar que los pésimos inicios de partido también son responsabilidad suya parcialmente). Cambios erróneos en el momento erróneo y situaciones de juego que no han tenido corrección a lo largo de todo el torneo.

Expongamos algunos ejemplos. Durante el partido de cuartos contra Colombia, con dos goles por debajo en el marcador, la delantera, Salma Paralluelo, aparecía en zona de creación casi al lado de las centrales para intentar sacar el balón, en vez de fijar a las centrales y estirar al equipo aprovechando sus estupendas cualidades físicas. Alexia, que ha demostrado ser capaz de resolver partidos con tan solo una acción, fue sustituida ante Colombia y suplente en semifinales contra Brasil. En este último encuentro, en cuanto saltó al campo, el equipo cambió totalmente el ritmo de juego. Al parecer, para la seleccionadora, Alexia y Jenni Hermoso no pueden estar ambas en el campo, cuando han demostrado ser una dupla excelente y congeniar a la perfección, tanto en la selección como en el FC Barcelona. Mismo caso con Athenea, una jugadora que, al igual que Alexia, puede marcar diferencias y desequilibrar un partido, y, sin embargo, suplente o sustituida cuando más se necesitaba que desbordara por banda.

Caso similar con la capitana Irene Paredes, la central más fiable y de mayor envergadura. Fue sustituida contra Brasil cuando se pasó a defensa de tres para aumentar los efectivos en ataque, cuando precisamente ella tiene la experiencia para mantener la calma en esos momentos de tensión y ser un arma muy útil a balón parado, como demostró contra Colombia, forzando la prórroga con un gol de centro lateral. Por último, Salma, una de las jugadoras más altas en campo y que cuenta con unas condiciones físicas asombrosas, sacando los saques de esquina contra Brasil. Los dejó de ejecutar al final del encuentro y marcó dos goles a la salida de dos de ellos, pero ya era demasiado tarde. El deporte de alto rendimiento son detalles y el fútbol de élite no iba a ser la excepción. Unos detalles que, claramente, el cuerpo técnico de este combinado nacional no ha cuidado.

Las jugadoras no se libran de su parte de responsabilidad. No criticaré el bajo rendimiento porque eso es algo que ocurre constantemente en esta disciplina; a veces se gana y otras se pierde, a veces se juega bien y otras se juega mal. La crítica va direccionada a que ellas mismas exigieron un cambio en el banquillo, y parece que han escupido para arriba y les ha caído encima. Me atrevería a decir que Montse Tomé fue, en parte, elegida por las jugadoras como entrenadora, como una de las exigencias para regresar a las convocatorias tras declarar que no volverían hasta que hubiera un cambio en la organización interna.

El rendimiento ha ido a menos con total claridad, y no es algo que se deba pasar por alto. Un equipo que cuenta con múltiples campeonas de Europa a nivel de clubes y, más importante de todo, DOS ganadoras del Balón de Oro, encima todo ello reciente, no puede dar una imagen tan pobre. Deberán rodar cabezas si se desea revertir la situación de cara a la Eurocopa venidera en el próximo verano, donde a día de hoy, a pesar del batacazo reciente, España sigue siendo favorita.

Han llegado hasta las semifinales gracias al excelso nivel individual de las jugadoras y a pesar de la negligencia de la entrenadora. Ojalá traigan la medalla de bronce a casa. Seguiría siendo un éxito a tener en cuenta, pero, desde luego, por debajo de las expectativas generadas y, sobre todo, por debajo del nivel que sabemos que pueden dar. Se puede perder, pero, como ya sabréis, hay formas y formas. La forma de perder de España ha sido bochornosa y lamentable: errores individuales clamorosos e impropios de nuestras jugadoras. La mayoría de goles de Brasil fueron regalos, demérito español y no mérito brasileño. De hecho, si hubieran aprovechado todos los errores cometidos, quizás el resultado hubiera sido humillante.

Aprovecharé también para mencionar otras conclusiones que han dejado los JJOO de fútbol femenino. Al igual que Dinamarca, en 1992, provocó cambios en el reglamento del portero, originando la regla de la cesión de balón al guardameta, lo ocurrido con Brasil y Colombia, quizás debería replantear que los porteros puedan ser atendidos las veces que haga falta sin ningún tipo de penalización. Lógicamente no pueden ser sacados del campo hasta que ordene el árbitro su reincorporación al terreno de juego, pero propongo un límite de veces que pueden ser atendidos. Me explico: a la tercera ocasión que la portera (o portero) necesite atención médica, la sustitución deberá ser obligatoria. Fin. Esto limitará las perdidas de tiempo, sin tampoco eliminar un elemento tan característico de este deporte como el manejar el tempo cuando el tiempo corre a favor.

Brasil y Colombia han decidido también aplicar el método más efectivo para vencer al estilo de la selección española. Replegar y juntar líneas para reducir espacios por dentro, ralentizar la velocidad de la circulación, interrumpir la fluidez del juego, salir al contra ataque y tener una alta efectividad arriba. Algo que era de esperar, pero que, una vez más, demuestra que la seleccionadora no estaba a la altura de lo que aspira la selección y el fútbol femenino.

Quizás mi opinión sea tachada de oportunista por el momento en que la expongo, pero no soy un hater del fútbol femenino. Al contrario, esta selección me ilusiona mucho. Aquellos que disfrutan del buen fútbol, como un servidor, se sienten representados por ellas. También representan a lo que aspira una disciplina en crecimiento, al menos dentro del campo. Porque fuera del campo, todo lo contrario, tienen un montón de exigencias impropias de deportistas de élite. Protestas que, en ocasiones, muestran inmadurez en vez de profesionalidad.

La exposición mediática y repercusión económica conlleva también recibir críticas como esta, profesionales y constructivas. El problema viene cuando son etiquetadas, de manera errónea, como ataques personales, escudándose en un movimiento social politizado. Los ataques personales y machistas existen, no lo niego, aún más en redes sociales. Sin embargo, generalizar siempre, a pesar de que en ocasiones sea lo correcto, no fomenta el progreso de una disciplina que tiene potencial, pero donde los mayores enemigos, algunas veces, son las propias jugadoras. Si quieren llegar al nivel de profesionalidad de su par masculino, deben tener paciencia, aceptar las desventajas que trae y separar lo constructivo de lo destructivo. De esta manera, podrán enfocarse en el verdadero avance y progreso, en vez de limitarse a exigir sin asegurarse de merecerlo. De momento, esta selección acumula méritos y caminan, parcialmente, por la senda correcta. Solo deben enderezar un poco más el paso, para, definitivamente, poner la directa hacia la máxima profesionalidad y competitividad posible.

Post Luca Ortíz // @lucacho999

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