Érase una vez Matrix. Análisis del fenómeno Ultras

Me gusta pensar al futbol como Matrix, una realidad deportiva paralela que esconde unas actividades escondidas detrás de lo que el futbol mueve, promovidas por gente que se burla de los aficionados y sentimentales del futbol y que son víctimas de sus actividades ilícitas. Hace pocos días, el 29 de septiembre, se celebró en la ciudad de Madrid el derbi entre Real y Atlético. Para muchos un evento imprescindible por su espectáculo, pero para otro la ocasión para revindicar su odio hacia el rival y un sentimiento de intolerancia a cualquier gesto del rival.


¿No sería mas interesante ver a niños ocupando las curvas detrás de las porterías en lugar de personajes encapuchados incitando a la violencia?

Asistir a imágenes de violencia en cualquier evento deportivo representa no solo una emergencia tanto desde el punto de vista social como político y criminológico, sino que también una derrota de nuestra sociedad. La historia del futbol está manchada de actos violentos y cada uno de ello enciende todas las alarmas sociales y mediáticas de cada país.

Es indudable que estamos volviendo a asistir a un aumento de actos violentos a nivel europeo y lo importante sería entender las motivaciones para poder hacer frente a esta escalada preocupante. La violencia deportiva que generan los grupos ultras tiene su raíz en el sentido de pertenencia expreso a través de códigos y un lenguaje común de personas que se definen aficionados. Actos totalmente opuestos a las raíces del fenómeno que remontan a los mediados de los años 50, en general en toda Europa, cuando los aficionados de los equipos principales empezaron a organizarse y fundar los primeros clubes.



La afición organizada nació como una afición genuina, espontanea, caracterizada por rasgos de folklor y que empieza a ver núcleos de personas que se unen para seguir y suportar al equipo del corazón. Pertenecer a un grupo de pares fue para muchos adolescentes una herramienta fundamental que les permitió crear una identidad social además de integrarse con los adultos pudiendo, así, compartir valores comunes como la afición para el mismo club. Quizás no era del todo así en el Reino Unido donde la pasión por el futbol implicaba casi exclusivamente a la clase trabajadora. Muchos equipos históricos nacieron en UK por iniciativa de la clase obrera y las instalaciones deportivas surgían en barrios populares o cerca de fábricas.


Los fuertes vínculos entre clase social, aficionados y equipo se mantuvieron y fortalecieron con el paso del tiempo y en los ambientes más marginados, y que más sufrían a nivel social, se difundió el fenómeno de los hooligans. Eran aquellos que representaban las actitudes más groseras de la clase obrera y que manifestaban sentimientos xenófobos bajo los lemas de defensa del territorio recurriendo a actos vandálicos para desafiar las autoridades.


También las distribuciones de los espectadores en las varias secciones de las gradas marcan una substancial diferencia entre simples aficionados y los que se empiezan a definir como grupos ultras. Analizando el fenómeno de la distribución a nivel grupal, existen variables que caracterizan la subcultura ultra que empieza a ser una constante dentro de los estadios, por ejemplo, el territorio de pertenencia, la familia y las redes de amigos que determinan la distribución y el ejercicio del poder dentro del grupo.

El arraigo en un barrio determinado de la ciudad define el papel y la función de la persona dentro y fuera del estadio. Los jefes de los grupos asumen las funciones de líderes y definen cuáles son las tareas y las delegan, siguiendo una estructura jerárquica, a los diferentes miembros hasta llegar a toda la comunidad. Estas tareas incluyen la distribución de los “aficionados”, la ocupación de las gradas, por ejemplo, en primera, segunda o tercera línea, organización de los coros y diferentes coreografías, exposición de pancartas y los enfrentamientos internos o externos.


Finalmente, en estos sectores, hay otras categorías que se definen con el término de “perros sueltos”, es decir, la afición más violenta. En este caso se trata de pequeños grupos que no quieren pertenecer por elección a ningún grupo y que, a menudo, no tienen reglas o códigos y por lo tanto son más difíciles de gestionar por los propios líderes de los grupos ultras, pero, aun así, tienen una identidad social reconocida por el resto de la comunidad. A nivel individual, por el contrario, el individuo ultra lleva a cabo un verdadero modus vivendi, un estilo de vida dentro y fuera del estadio y que va mas allá del partido individual. Su constante objetivo es ser reconocido como miembro del grupo para salir del anonimato. Su forma mentis responde a características que se repiten como, por ejemplo, sentirse parte integrante del equipo, llegando casi a identificarse como un jugador más. Cree que el equipo es también suyo y que puede influir en las decisiones del club deportivo al poner en práctica comportamientos violentos.


Se cree que está bajo el ataque constante de sus rivales históricos, por lo tanto, el honor del grupo debe ser protegido constantemente. Estos rasgos se rigen todos pajo el paraguas de la competición entre dos equipos rivales. El mecanismo competitivo tiene como objetivo el de superar a los aficionados rivales, la mayoría de las veces también a través del uso de la violencia, el uso de la fuerza o choques físicos o utilizando actos vandálicos son la demostración y su afirmación supremacista.


En la revista italiana “Ultrà tra tifo e violenza”, una revista especializada en temas de violencia relativos al mundo de los ultras, encontramos un análisis detallado sobre actos de violencia espontáneos y actos previamente planificados. “Los actos de violencia espontánea, reactiva, no organizada y/o programada que rara vez tienen como objetivo privilegiado a los aficionados rivales, pero están dirigidos a otros protagonistas del acontecimiento deportivo (atletas, directivos, jueces de competición, etc.) o, cada vez más frecuentemente, las instalaciones logísticas que acogen el evento. Las acciones se desarrollan casi exclusivamente dentro del estadio (durante o al final del partido) y los autores pueden proceder de todos los sectores del variado universo de los aficionados (Ultras, simpatizantes organizados, simples espectadores, etc.).


En la mayoría de los casos, las agresiones se limitan a lanzar objetos o a intentos aislados de invasión de campo (los medios tienden a etiquetar estos comportamientos como simples intemperancias de un pequeño grupo de aficionados). Los episodios incluidos en la tipología A se definen como "emocional-reactivos" ya que derivan de la incapacidad de soportar la frustración y de la pérdida de control sobre la propia agresividad. Se manifiestan a través de reacciones repentinas (acting out) contra personajes considerados responsables del mal sufrido”. Mientras que particular atención hay que dar a las acciones agresivas que normalmente se planifican y planifican.


“En psicología, este comportamiento se clasifica como violencia antisocial, es decir, un comportamiento destinado a obtener la aprobación del grupo y que, a veces, se ejerce como rito de iniciación para que el individuo pueda ser admitido en el grupo. Estos ataques están dirigidos a otros grupos de apoyo o, en contextos que los aficionados consideran de "autodefensa", hacia las fuerzas del orden. Las acciones a menudo toman connotaciones de la "guerrilla urbana" y ocurren, por regla general, antes del encuentro (casi nunca durante el partido e independientemente del resultado del mismo) y fuera de las instalaciones deportivas. Durante las acciones se utilizan canicas, petardos y granadas de humo (para el ataque de un sector al otro del estadio), cuchillos y cuerpos contusivos para el combate cuerpo a cuerpo. Hasta la fecha no se ha denunciado el uso de armas de fuego”.

Hace pocos días en Italia, más exactamente entre los aficionados de Milan e Inter, un caso de asesinato ha disparado todas las alarmas sobre el repunte de las infiltraciones mafiosas en ámbito ultras. La policía italiana junto con la Guardia de finanza ha realizado unas veintenas de arrestos y decenas de registros contra personas relacionadas con las curvas de los dos equipos milaneses.


Las acusaciones son de mucha gravedad: asociación criminal con el agravante del método mafioso, extorsión, lesiones y otros delitos graves, atribuibles al volumen de negocios vinculado al ambiente del futbol. El estadio de San Siro aparece como un territorio franco sustraído al control de la legalidad y como una máquina de hacer dinero. El ‘business’ también se refería a la gestión de las entradas y de los viajes relativos a la champions league 2023/2024, por ejemplo, se descubrió un acuerdo entre los ‘capos’ de los dos grupos de seguidores de los dos equipos de la ciudad para repartirse el dinero recaudado en ocasión del derbi de semifinal entre Inter y Milan, además de las entradas para la sucesiva final de Estambul.

Según las actas de la Procura de la ciudad de Milán se ha puesto de manifiesto como el Inter se encontrase en una situación de sumisión con referencia a los exponentes del grupo de ultras ‘Curva Nord’. Se puede leer en la ordenanza que, en vista de la final de Estambul contra el City, los capos de la Curva Nord tenían previsto gestionar 1500 entradas solo para ellos, pero el Inter les puso un cuantitativo más exiguo de 800 entradas. A partir de aquí empezaron presiones hacia el mismo club y miembros afines como Marco Materazzi, Javier Zanetti y hacia el mismo entrenador Simone Inzaghi para preguntar sobre que vertía este cambio de política adoptado por el club.


Las normas de la FIGC, la ‘Federación Italiana Giuoco Calcio’, vetan expresamente relaciones entre clubes, dirigentes y federados con franjas de aficionados pertenecientes a grupos extremos y fijan obligaciones de gestión de tickets transparentes. En el caso de que no se respeten tales normas se incurriría en inhibiciones, multas o descalificaciones. Un ejemplo fue, en el 2017, el entonces presidente de la Juventus, Andrea Agnelli, acusado y sucesivamente condenado en sede deportiva por tener vínculos con los ultras y las modalidades de concesión de los tickets que acabó con 1 año de inhibición de las actividades deportivas y 300 mil euros de multa que luego fueron reducido a 3 meses y 100 mil euros.

El repunte de fenómenos racistas alentado por los miembros de los ultras también está al alza en toda Europa, en Italia, por ejemplo, el fiscal antimafia Melillo denuncia que "en los estadios hay propaganda racista y antisemita". Además, añade que "mi oficina ha abierto desde hace tiempo una unidad de análisis e impulso investigativo, un grupo de trabajo que se ocupa del condicionamiento criminal de las actividades deportivas" y de las "lógicas que despegan en los estadios la propaganda antisemita y racista". Así el fiscal nacional antimafia y antiterrorismo, Giovanni Melillo, durante la conferencia de prensa en la Fiscalía en Milán sobre la maxi investigación que afecta al mundo ultras y el apoyo organizado de Milan e Inter. La fiscalía nacional Antimafia ha realizado un trabajo de coordinación de la investigación.


En España, analizando los datos de las ultimas dos temporadas, se detuvieron unas 300 personas relacionadas con estos grupos ultras violentos. De una edad entre los 17 y 40 años, la mayoría reincidentes en los mismos delitos entre partidos de primera y segunda división. Los arrestos, en su mayoría, son los efectos de la participación d los detenidos a delitos de desorden público, riñas tumultuarias con presencia de lesiones y daños y todo ello con el agravante de actuar con motivaciones de odio.

Según explican fuentes policiales, grupos radicales violentos siguen trazando de forma habitual alianzas y enemistades, apoyándose unos a otros en distintos escenarios. Recordando los últimos hechos de gravedad absoluta que mancharon para siempre el futbol español hay los sucesos a mano de los del Frente Atlético, grupo entre los más numerosos y activos del futbol español a pesar de una pseudo desaparición en el lejano 2014 que nunca ha sido oficial.


Considerado uno de los grupos más radicales con al menos dos muertes atribuibles a su historial, una en el 1998 de Aitor Zabaleta que fue asesinado por el neonazi Ricardo Guerra y la otra en el 2014 del gallego Jimmy que acabó arrojado al rio Manzanares durante una reyerta entre grupos de “aficionados” del atlético y del Deportivo. Lastimosamente no se pudo determinar quién de los ultras del atlético causó la muerte de Jimmy.

¿Pueden más presidentes de los clubes de primera y segunda división sumarse al ejemplo de lucha que dieron en su día Florentino Pérez y Joan Laporta, entre otros, y que consiguieron acabar con los ultras que tenían secuestrados los clubes que dirigían?

Fausto Mangione (@serpicomangio @serpico_81)



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