¿Qué le falta a Djokovic?
El pasado viernes, 24 de enero, Novak Djokovic tuvo que retirarse en las semifinales del Australia Open ante Zverev. Arrastraba molestias, y como comunicó a través de su cuenta de Instagram, trató de recuperarse, pero no fue posible. Tras perder el primer set por tie break, enviando una bola, que parecía sencilla, a la red, decidió no proseguir y, por lo tanto, abandonar. En ese momento, el público de Melbourne consideraba que el serbio estaba en condiciones de continuar y que las formas de retirarse eran de mal perdedor. Una notoria parte del público hizo evidente su descontento a través de abucheos, a los cuales Novak respondió con su habitual sarcasmo, levantando los pulgares hacia arriba, antes de abandonar la pista.
No es la primera vez que ocurre algo similar, donde Djokovic es despreciado de esta manera por el público. Tampoco se sorprenderá nadie cuando digo que para muchos aficionados la figura del serbio no es de su agrado. ¿Cómo es esto posible? Estamos hablando del tenista más laureado de la historia. En esta situación, me es inevitable no acordarme del apoyo, la empatía y el cariño que existe entre los amantes del deporte, en general, por Roger Federer y Rafael Nadal, los dos grandes rivales del serbio, por la etiqueta del mejor tenista de la historia.
Si comparamos el palmarés, a pesar de que los tres cuentan con una cantidad ingente de trofeos, el que se alza con el mayor número de Grand Slams es nuestro protagonista de hoy. Con la friolera cifra de 24 Grand Slams, y aun con la posibilidad de ampliar su vitrina, parece un récord que muy difícilmente podrá ser superado en el corto plazo. Por otro lado, si nos alejamos de los números y bajamos a la pista, no es descabellado pensar que Djokovic es el tenista más completo de los tres. Una envergadura imponente, mezclada con una elasticidad, coordinación y agilidad escandalosa. Una técnica depurada, una tenacidad implacable y un juego vistoso. Prácticamente, parece sacado de laboratorio. Dominante en todas las superficies, y para corroborarlo, a los datos me remito, muestra la vitrina de trofeos más homogénea.
A pesar de todo ello, su, en ocasiones, deficiente conexión con el público, causa que su legado no profane el mismo respeto que el existente, y muy palpable, por el del suizo y el del español. Entonces, la pregunta que me hago es, ¿qué le falta a Djokovic?
Aunque la respuesta pueda parecer sencilla, bajo mi punto de vista, la causa es multifactorial. Para comenzar el análisis, debemos remontarnos al inicio de su carrera y su irrupción en el panorama mundial. Tras un inicio de siglo donde Federer mostraba una superioridad exuberante ante la competencia, irrumpe un joven valeroso de Manacor para cuestionar el reinado del suizo. Con un estilo en la pista diametralmente distinto, pero con una actitud señorial muy similar. Eran la personificación de la deportividad y el respeto, una rivalidad de héroes donde el público se hallaba dividido.
Al mismo tiempo que esto ocurría, poco a poco se asomaba una nueva figura que quería también un papel como actor principal en esta película. Con un carácter impulsivo e irreverente, Djokovic se iba postulando como el "villano" de la escena. A lo largo de su carrera, ha hecho evidente en multitud de veces su controvertida forma de ser, pudiéndose catalogar como antisistema en algunas ocasiones. Nunca se ha mordido la lengua, con una manera de expresarse, tanto dentro como fuera de la pista, cargada de soberbia. Desde luego, todo un showman.
Sin embargo, la realidad es que si se hablaba de él era porque deslumbraba con su tenis al espectador. Mientras que los otros dos tenían fortalezas y debilidades más evidentes, él parecía aunar todas las virtudes en una morfología corporal, que para otros atletas de la disciplina, como Juan Martín del Potro, era una maldición a causa de las constantes lesiones. Novak también tuvo problemas físicos al inicio de su carrera, pero en cuanto halló la fórmula para mantenerse sano, pocos pudieron pararle más allá de quienes ya sabéis.
Una leyenda de los pies a la cabeza, a la cual no le queda mucho tiempo empuñando la raqueta. Otro aspecto a destacar de su carrera, es el estupendo estado físico en el que está llegando a sus casi 40 años, el cual le permite seguir compitiendo contra los aspirantes al trono como son Carlos Alcaraz o Jannik Sinner. El año pasado completó sus vitrinas tras colgarse al cuello la Medalla Olímpica de Oro en París.
Precisamente, el mejor partido de tenis que he visto en directo es la final del Australia Open en el año 2012. 5 horas y 53 minutos de partido, la final de Grand Slam más larga de todos los tiempos, donde el serbio terminó venciendo a Nadal en cinco sets apasionantes. Aunque por aquel entonces era muy pequeño, tengo una imagen grabada a fuego en mi memoria de ese partido: los dos apoyados en la red durante la ceremonia de entrega de trofeos. La representación gráfica de la perseverancia y la fortaleza mental, dos gladiadores que estaban dispuestos a desfallecer en la pista antes que rendirse. Se alaba y destaca siempre la característica capacidad de resistencia y lucha que tenía el tenista español, pero injustamente, muchos olvidan todo el esfuerzo y sacrificio que hay detrás del robot serbio. Icono del tenis mundial.
Luca Ortiz // @lucacho999
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