PSG con y sin Mbappé
La salida de Kylian Mbappé, el gran ídolo y referente absoluto del proyecto, no solo supuso un terremoto deportivo, sino también una oportunidad inesperada: la de construir un equipo sin dependencias, más equilibrado y competitivo. Bajo la dirección de Luis Enrique, el PSG ha vivido una transformación que pocos anticipaban, y que hoy se traduce en resultados, juego y, sobre todo, en una nueva identidad.
En la 2023/24, Mbappé fue el centro de todo. Terminó la temporada con 35 goles en 41 partidos, liderando todos los registros ofensivos. Cada ataque pasaba por él. La sensación era clara: si Mbappé no resolvía, el equipo se atascaba. A pesar de ganar la Ligue 1, el PSG volvió a quedarse corto en Europa, eliminado en semifinales de la Champions.
Luis Enrique intentó imponer su sello con un juego más asociativo, pero la presencia del delantero condicionaba la estructura: se apostaba por la verticalidad, los espacios largos y las transiciones rápidas, todo para potenciar a su estrella. Jugadores como Dembélé, Vitinha o Achraf tuvieron protagonismo, pero en un rol secundario, siempre bajo la sombra del número 7.
Pero todo cambió con la temporada 2024/25. Con Mbappé en el Real Madrid, Luis Enrique tuvo vía libre para construir un equipo a su imagen. Lo que parecía un año de reconstrucción se convirtió en una de las mejores campañas del PSG en su historia. El equipo ganó la Ligue 1 con una ventaja apabullante de 22 puntos sobre el segundo, llegó a la final de la Copa de Francia y se metió en la final de la Champions League, algo que no lograba desde 2020.
La gran diferencia ha estado en la forma de jugar y en el reparto de responsabilidades. El PSG ha pasado de ser un equipo centrado en una figura, a un bloque coral en el que todos suman. La presión alta, la circulación de balón y la movilidad sin balón han sido clave. Se acabaron las concesiones a individualidades: ahora todos trabajan, todos participan, y cualquiera puede decidir.
Ousmane Dembélé ha sido el gran beneficiado. Liberado, con confianza, ha firmado su mejor temporada como profesional, con 25 goles en apenas tres meses. La llegada de Khvicha Kvaratskhelia ha sumado desequilibrio, pausa y gol. Jóvenes como Désiré Doué y Barcola han dado un paso adelante, mientras que Vitinha y Fabián Ruiz se han consolidado en el centro del campo como ejes de equilibrio y creación. Achraf sigue siendo un puñal desde la banda. El PSG ya no depende de un solo jugador; ahora tiene muchas voces cantando la misma canción.
La cohesión táctica es otro punto clave. Antes, el equipo parecía dividido entre quienes jugaban para Mbappé y quienes lo acompañaban. Ahora, todos reman en la misma dirección. Y los números lo reflejan: el PSG actual promedia 2,83 puntos por partido en Ligue 1, está invicto y transmite una sensación de autoridad inédita en el fútbol francés.
El propio Luis Enrique ha sido el arquitecto de esta transformación. Con libertad total para moldear el grupo, ha construido un equipo equilibrado, ambicioso y competitivo. Como dijo un periodista francés recientemente:
“Luis Enrique ha construido ahora un equipo. Un buen portero que aparece en momentos clave, una defensa sólida, un mediocampo con Fabián y Vitinha al mando, y un ataque con Kvaratskhelia y Dembélé como protagonistas”.
En definitiva, el PSG 2024/25 es la prueba de que, a veces, la marcha de una superestrella no significa el fin de un ciclo, sino el comienzo de uno mejor. El equipo ha ganado en cohesión, en imprevisibilidad y en espíritu competitivo. Y lo más importante: ha vuelto a ilusionar no solo a su afición, sino también a Europa entera. Último reto: La Final de Champions.
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