"Bob" Martínez: El español que triunfa fuera de España

Hay entrenadores que aparecen en las portadas, en los debates de tertulias y en los documentales que narran gestas con banda sonora épica. Y luego está Roberto Martínez.


Un tipo tranquilo, de mirada afilada y verbo pausado, que se ha ganado su lugar en la historia del fútbol sin levantar la voz, sin buscar el foco, pero logrando que todo el mundo lo mire. Este domingo en Múnich, en el mismo Allianz Arena que hace apenas unos días coronó al PSG campeón de Europa, el técnico español condujo a Portugal hacia una nueva cumbre: la conquista de la UEFA Nations League 2025 tras vencer a España en una final eléctrica decidida desde el punto de penalti.

Para muchos, fue una sorpresa. Para quienes siguen su carrera desde hace tiempo, no tanto. Lo que ha hecho ‘Bob’, como le llaman, es la consecuencia lógica de un camino construido con paciencia, inteligencia y fidelidad a un estilo. No siempre fue fácil. No siempre fue justo. Pero desde sus inicios en los banquillos, quedó claro que Roberto Martínez no era uno más.


Su trayectoria comenzó a escribirse lejos de los focos, en Inglaterra, donde tras colgar las botas, se sentó en el banquillo del Swansea City en 2007. Allí ya dejó señales de lo que vendría: equipos que juegan con la pelota, que presionan con cabeza, que piensan antes de correr. Luego vino su consagración con el Wigan Athletic, al que en 2013 guio hasta una histórica FA Cup venciendo al Manchester City en Wembley. Un título impensable para un club modesto que, solo un día después, descendía a la Championship. Paradojas del fútbol. Pero aquel triunfo fue la credencial definitiva: Roberto era un entrenador distinto.

Su salto al primer plano internacional llegó con la selección de Bélgica. Durante seis años, dirigió a la generación dorada de los Diablos Rojos con De Bruyne, Hazard, Courtois y compañía. Alcanzó el tercer puesto en el Mundial de Rusia 2018 y, aunque se le resistió el título, dejó una Bélgica reconocible, elegante, competitiva. Un equipo que sabía a qué jugaba. Un entrenador que nunca traicionó su idea.


Después del adiós con Bélgica, llegó la llamada de Portugal. No fue una decisión sencilla: sustituir a Fernando Santos implicaba reconstruir un grupo fracturado, donde convivían los últimos coletazos de Cristiano Ronaldo con el impulso de nuevos talentos como João Neves, Vitinha o Gonçalo Inácio. Pero Roberto entendió algo esencial desde el principio: que para construir futuro, había que respetar el pasado. No apartó a Cristiano. No lo usó como ancla ni como fetiche. Lo integró. Le dio un rol. Y, al mismo tiempo, empoderó a los jóvenes. Les pidió responsabilidad. Les dio confianza. Y les exigió competir.

Desde su llegada en marzo de 2023, el balance es demoledor: 21 victorias, 5 empates y solo 4 derrotas en sus primeros 30 partidos. Más allá de los números, lo que Portugal ha ganado con él es identidad. Un equipo versátil, serio, capaz de adaptarse al rival sin dejar de mirar hacia adelante. Y con un vestuario unido, donde las grandes figuras como Bruno Fernandes o Bernardo Silva no dudan en salir a respaldar públicamente al entrenador. La atmósfera es buena. Se respira equipo.


El torneo de esta Nations League ha sido la coronación de ese trabajo silencioso. Primero ante Alemania, en semifinales, donde Portugal se repuso a un gol inicial y acabó venciendo con autoridad. Luego, en la final contra España, un pulso de estilos y generaciones, donde los penaltis decidieron pero el temple se construyó desde el banquillo. Roberto estuvo impecable en la gestión de los cambios, en la lectura del partido, en la calma transmitida. Y cuando el balón besó la red en el último penalti, el Allianz Arena fue testigo de algo más que una victoria: fue el momento exacto en que Portugal volvió a sentirse campeona.

Este título convierte a Portugal en la primera selección bicampeona de la Nations League. Y a Roberto Martínez en el técnico con mejor porcentaje de victorias de la historia del combinado luso. Pero más allá de los récords, su mayor logro está en haber reconciliado a una generación. En haber tejido un equipo donde hay lugar para todos: para el mito que no se rinde, para los jóvenes que empujan y para un país que vuelve a ilusionarse.


Cristiano lo resumió con una frase corta y sincera tras la final: “Gracias, míster”. A veces no hace falta decir más.

Hoy, Roberto Martínez no solo es campeón. Es parte de la historia. Un español que ha devuelto a Portugal a la cima, con el mismo tono calmado con el que un día ganó una FA Cup con el Wigan o llevó a Bélgica a soñar con un Mundial. No necesita gritar. Le basta con convencer. Y lo ha vuelto a hacer.

Post Carlos LZ // @Carlos_LZeledon

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