
Los Brooklyn Nets, ese equipo al que medio mundo ya da por hundido antes incluso de empezar la temporada, vuelven a presentarse con un aire de transición, pero también con una sensación distinta.
No serán, como muchos pronostican, el peor conjunto del Este ni de toda la NBA, y es más, hay razones para pensar que ganarán más partidos que el año pasado. La gestión de Jordi Fernández, su apuesta por la juventud y un proyecto financiero bien estructurado pueden darle sentido a este proceso de reconstrucción.
En términos salariales, los Nets llegan a la temporada 25/26 con una masa de 112 millones, siendo el equipo más bajo en toda la liga. De esa cantidad, casi 80 millones se reparten entre tres jugadores: Michael Porter Jr., Nic Claxton y Terance Mann. El resto de contratos son jóvenes o de rol bajo, lo que da una flexibilidad enorme. Y aquí está una de las claves del proyecto: la planificación apunta a la temporada 26/27, donde solo tendrán comprometidos unos 84 millones, lo que abre la puerta a firmar dos contratos SuperMax y buscar el salto definitivo.

El Draft 2025 marcó un hito: los Nets se convirtieron en el primer equipo de la historia en seleccionar cinco jugadores en primera ronda. Egor Dëmin, Nolan Traoré, Drake Powell, Ben Saraf y Danny Wolf llegan para formar el núcleo joven de una franquicia que quiere volver a ser relevante sin hipotecar su futuro. A ellos se suman las incorporaciones de Porter Jr., Mann, Highsmith y Bufkin. En el camino, se marcharon nombres importantes como Cam Johnson, D’Angelo Russell, Dennis Schroeder o Dorian Finney-Smith, entre otros, en un movimiento que deja claro que Brooklyn ha decidido empezar de nuevo.
El plan de Jordi Fernández es claro: construir desde la base y aprovechar el talento joven. Un posible quinteto inicial incluiría a Egor Dëmin, Cam Thomas, Michael Porter Jr., Noah Clowney y Nic Claxton. No obstante, hay muchas variantes, y la plantilla ofrece alternativas interesantes con Nolan Traoré, Danny Wolf o Ziaire Williams. Todo dependerá del rendimiento y de si la dirección deportiva decide mover piezas antes del cierre del mercado.

La temporada, sin embargo, no ha arrancado fácil. Egor Dëmin se ha perdido los primeros partidos por una fascitis plantar que arrastra desde verano. Porter Jr., fichaje estrella, ha sido más protagonista fuera que dentro de la pista, con titulares por sus declaraciones sobre Jokic, su vida personal o su curioso gasto diario en Uber. A esto se suma la situación de Cam Thomas, que firmó una renovación a la baja por un solo año y apenas seis millones, buscando ser agente libre en 2026 tras no recibir las ofertas que esperaba. El talento lo tiene, pero su defensa y su irregularidad siguen siendo su mayor obstáculo.
En el banquillo, Jordi Fernández vive su primer gran reto como entrenador jefe. La pasada campaña ya demostró que podía ganar más de lo esperado, y eso, en Brooklyn, fue casi un problema. Desde las oficinas decidieron frenar su impulso y desmontar piezas para asegurar más derrotas que victorias. El técnico español, sin embargo, no parece dispuesto a rendirse. Sabe que el proyecto no tiene la presión del éxito inmediato y que su trabajo está en formar jugadores, competir con intensidad y dejar una identidad reconocible.

Entre los nombres que pueden marcar la diferencia esta temporada están Noah Clowney y Kobe Bufkin. Clowney es un defensor natural, con brazos largos, movilidad y capacidad para proteger la pintura. Su punto débil está en la creación ofensiva, ya que depende del pase y aún no tiene recursos con el balón. Bufkin, por su parte, aporta dinamismo, capacidad de anotar en penetración y un aceptable tiro exterior, además de ser un defensor con buenas manos y energía constante. Su reto está en definirse: no es un base puro, pero tiene talento para cambiar partidos saliendo desde el banquillo.
También hay que destacar la llegada de Haywood Highsmith, un alero con experiencia y mentalidad 3&D que encaja perfectamente en cualquier rotación competitiva. En Miami Heat fue pieza útil y su ética de trabajo puede ser clave en un vestuario tan joven.
Los rookies también generan curiosidad. Egor Dëmin es un base alto con visión y creatividad, aunque aún irregular en el tiro y en defensa. Nolan Traoré ofrece velocidad y liderazgo en transición, mientras que Ben Saraf llega como un anotador puro, MVP del Eurobasket U18. Danny Wolf, con sus 2,13 metros, es un pívot con gran toque y visión de pase, mientras que Drake Powell destaca por su potencia y capacidad de finalización, aunque aún debe mejorar en el tiro exterior.
A corto plazo, la misión de los Nets es clara: desarrollar a sus jóvenes y encontrar piezas que encajen en el plan de futuro. La previsión realista podría situarlos alrededor de las 36 victorias y 46 derrotas, lejos del playoff pero con una base sobre la que construir. Equipos como Chicago, Washington o Charlotte parecen en peor situación, y eso deja a Brooklyn en una zona media-baja, pero con potencial de crecimiento.
Hay varios jugadores que probablemente no terminen la temporada en el equipo, entre ellos Claxton, Porter Jr., Highsmith, Thomas, Williams o Mann. Todos tienen valor de mercado y pueden ser intercambiados por rondas del Draft o jóvenes promesas. En cuanto a incorporaciones deseadas, nombres como Gary Trent Jr., Jonathan Isaac, Patrick Williams o Lu Dort encajarían bien en la visión de Sean Marks, que sigue buscando su fórmula mágica tras los fracasos de los súper equipos y los experimentos fallidos en el Draft.

En definitiva, estos Brooklyn Nets son una obra en construcción, un grupo joven, talentoso e inexperto que busca aprender, crecer y quizá sorprender. No tienen presión, pero sí una dirección clara. Y aunque el presente sea irregular, el futuro parece más prometedor que en años anteriores. En Brooklyn no hay estrellas que impongan su ley, sino jugadores hambrientos que buscan su oportunidad. Jordi Fernández lo sabe, y esa puede ser la clave para que, contra todo pronóstico, los Nets vuelvan a ser un equipo del que valga la pena hablar.
Post Jeremy Maldini
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