¿HAY CRISIS EN EL MADRID?


Hay algo que siempre ha distinguido al Real Madrid: su capacidad para ganar incluso cuando parece estar al borde del incendio. Y ahora mismo, con Xabi Alonso al mando, el fuego no viene de fuera, sino de dentro.

Porque sí, los números dicen una cosa (17 victorias en 21 partidos), pero el vestuario empieza a decir otra. En el Bernabéu, las victorias ya no tapan el ruido. Y el ruido suena a egos, a gestos, a silencios incómodos en Valdebebas.

Xabi llegó para imponer una nueva era: disciplina, rotaciones y cero privilegios. Un modelo de exigencia que choca con el ritmo más paternal de Ancelotti. Donde antes había sonrisas y jerarquías claras, ahora hay incomodidad.


Valverde, por ejemplo, explotó tras verse como lateral. Dijo que nunca más. Y casi lo consiguió. Vinícius, en cambio, no necesita palabras: sus gestos hablan cada vez que es sustituido. Y en un vestuario que ya ha visto demasiadas guerras internas, esas miradas se sienten como cuchillos.

Bellingham tampoco pasa inadvertido: sus minutos y libertad táctica despiertan el runrún de los que ven favoritismos. Arda Güler, el más joven, el más callado, es quizá quien mejor entiende el precio de ese favoritismo.

Pero los problemas no acaban ahí. Rodrygo, Brahim, Ceballos... todos han dejado escapar pequeñas quejas sobre los minutos. Y el golpe más inesperado: Dani Carvajal, el capitán, se ha alejado de Xabi tras la llegada de Trent Alexander-Arnold, uno de los fichajes más personales del técnico. Una fractura simbólica: si el capitán se enfría, el grupo entero empieza a temblar.


Y mientras tanto, arriba, en los despachos, Florentino Pérez no ficha lo que el entrenador pide. Xabi Alonso pidió un mediocentro con jerarquía y el presidente trajo nombres que podrían encajar a Xabi o no, pero no los perfiles que su idea necesitaba. Y eso, en un club donde todo se mira con lupa, duele.

El técnico empieza a sentir que la directiva no le protege ante los jugadores, que cuando hay conflicto, el silencio cae siempre del lado de la estrella. La sensación es clara: Xabi se está quedando solo en medio de un vestuario que huele a poder y de una directiva que prefiere mirar hacia otro lado.


Mientras tanto, la prensa aprieta. Y lo hace con material que sale de dentro. Filtraciones, confidencias, mensajes… los jugadores hablan más fuera que dentro, y cada titular amplifica el ruido. Lo que debería resolverse en un entrenamiento se está resolviendo en las portadas.

Aun así, Xabi Alonso sabía dónde se metía. Pudo quedarse cómodo en Leverkusen, donde era ídolo, donde todo giraba en torno a él. Pero eligió el fuego. Eligió venir al Madrid para cambiarlo desde dentro, para intentar que volviera a ser un equipo de autor.
Y si le dejan, puede conseguirlo. Pero tiene que ser su Madrid, no el de los jugadores, ni el de los agentes, ni el de los veteranos que creen que el escudo les debe obediencia.


Porque si Jude, Fede o Vinícius no quieren, que salgan. Así de simple. Porque todos los que creyeron ser intocables antes también se fueron… y el Madrid siguió ganando. Este club no necesita nombres. Necesita obediencia al plan. Un equipo donde las estrellas brillen por el colectivo, no donde el colectivo viva en torno a las estrellas. O mejor dicho, a las “estrelladas”.

Las filtraciones se han vuelto rutina. Los pasillos hablan antes que los comunicados. Y cada vez que alguien dentro del club dice “unidad”, suena más a deseo que a realidad. Gareth Bale, desde la distancia, lanzó una frase que hoy resuena más que nunca: “El Madrid no tiene un vestuario, tiene personalidades que ganan títulos”. Y cuando esas personalidades chocan, el título puede volar.


Xabi no piensa cambiar. Su método es su bandera, y su fe, inquebrantable. Pero en el Madrid, la fe no se mide en convicciones, sino en resultados. El equipo gana, sí. Pero algo cruje y en los momentos clave, falla. Y si algo nos ha enseñado la historia blanca, es que los terremotos siempre empiezan con pequeñas grietas que nadie quiso ver.

El Real Madrid de Xabi Alonso está en una línea fina: la que separa la autoridad del desgaste. Puede salir fortalecido… o puede quedar marcado. Porque en el Bernabéu, la victoria es solo el principio. Lo difícil es mantener el silencio cuando todos dentro creen tener razón.

Noticia Carlos LZ // @Carlos_LZeledon

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