AK 47

Andrey Kirilenko fue uno de esos jugadores que parecían sacados de otro molde, un tipo diferente dentro y fuera de la pista, una mezcla perfecta entre talento, inteligencia y carácter. 


Nacido en San Petersburgo y conocido en todo el mundo como AK-47, por la combinación de sus iniciales y su dorsal, el apodo no solo le quedaba bien por su nombre, sino también por su estilo de juego explosivo, preciso y letal. Medía 2,06 metros, jugaba de alero y fue uno de los jugadores más versátiles de su generación, capaz de anotar, asistir, rebotear y, sobre todo, taponar como si midiera 20 centímetros más.

Fue escogido por los Utah Jazz en la posición número 24 del Draft de 1999, convirtiéndose en el jugador europeo más joven en aterrizar en la NBA y también en el primer ruso en ser seleccionado para el draft. Su llegada marcó un antes y un después. Desde el primer momento, Kirilenko emergió como uno de los rookies más prometedores, ganándose un lugar en el equipo de novatos del All-Star Game 2002 y siendo reconocido como uno de los mejores defensores de la temporada. 


De hecho, se convirtió en el segundo jugador de la historia en figurar a la vez entre los mejores rookies y los mejores defensores, un honor que antes solo había alcanzado David Robinson.

Con la retirada de John Stockton y la marcha de Karl Malone en 2003, Kirilenko se convirtió en el nuevo referente del conjunto de Salt Lake City. Un año después, brilló con luz propia liderando al equipo y aprovechando la lesión de Matt Harpring, la principal referencia ofensiva hasta entonces. Fue su mejor campaña: 16,5 puntos, 8,1 rebotes, 3,1 asistencias, 2,8 tapones y 1,9 robos por partido, cifras de auténtico todoterreno. Además, jugó su primer y único All-Star Game en Los Ángeles, compartiendo vestuario con nombres “poco conocidos” como Kobe Bryant, Shaquille O’Neal, Kevin Garnett o Tim Duncan


Aquella temporada fue especial, no solo por sus números, sino porque finalizó 5º en las votaciones a Mejor Jugador Defensivo del Año y 4º como Jugador Más Mejorado, consolidando su estatus como una estrella emergente.

En la temporada 2004/05, cuando todo apuntaba a su consagracón definitiva, sufrió una grave lesión de muñeca en un partido contra los Washington Wizards que lo obligó a perderse buena parte del curso. Aun así, en solo 41 partidos sumó 220 tapones, con una media de 3,2 por encuentro, apenas una décima por debajo del líder, Marcus Camby. A pesar de la lesión, volvió a ser incluido en el segundo mejor quinteto defensivo de la NBA, su tercera vez consecutiva formando parte de los mejores en defensa.


La temporada 2006/07 se presentaba prometedora para los Jazz, con una plantilla poderosa que incluía a Deron Williams, Carlos Boozer y Mehmet Okur, además del propio AK-47. Sin embargo, Kirilenko no encontró su mejor versión, lastrado por el estilo más ofensivo del equipo. Aquellos Jazz cayeron eliminados en primera ronda de los playoffs ante Houston Rockets, pero Kirilenko sí tuvo su revancha con la selección: ese mismo año lideró a Rusia en el Eurobasket 2007, conquistando el título y siendo proclamado MVP del torneo.


Un año después, los Jazz sucumbieron en las Finales de Conferencia ante los San Antonio Spurs, que acabarían ganando el anillo ante los Cavaliers de un joven LeBron James. En las siguientes tres temporadas, Utah chocó repetidamente contra los Lakers de Pau Gasol y Kobe Bryant, que dominaron la liga entre 2008 y 2010. Los Jazz cayeron en primera ronda en 2009 y alcanzaron las semifinales en 2008 y 2010. Fue una etapa complicada para el ruso, que empezó a perder protagonismo, afectado por lesiones y la llegada de nuevas figuras. Incluso pidió el traspaso en algún momento, pero más allá de eso, su legado quedó intacto.

Andrey Kirilenko fue uno de los pilares de la historia moderna de los Jazz, un jugador que mantuvo viva la llama competitiva tras la era Stockton-Malone, capaz de llenar todas las casillas del boxscore y de defender con una mezcla de inteligencia y fiereza poco habitual. En su carrera con Utah disputó más de 116 partidos, anotó 8.411 puntos, fue 5º en asistencias, 4º en robos con 960 y 2º en tapones con 1.380, además de mantenerse en varios top históricos del equipo. Su defensa a las estrellas rivales era legendaria: llegó a taponar cuatro veces en un mismo partido a Kobe Bryant.


En 2010 regresó brevemente a su país para jugar en el CSKA Moscú, y un año después volvió a la NBA para unirse a los Minnesota Timberwolves, donde compartió vestuario con Kevin Love, Ricky Rubio y Brandon Roy, en un proyecto prometedor que no llegó a despegar. Tras una temporada allí, fichó por los Brooklyn Nets, aceptando una notable reducción de salario de 10 millones a 3 millones de dólares, con tal de competir en un equipo que apuntaba alto.


Allí jugó junto a Paul Pierce, Kevin Garnett, Brook López y Deron Williams, en un plantel que prometía mucho pero nunca llegó a cuajar. Disputó sus últimos Playoffs en 2014, y un año más tarde fue traspasado a los Philadelphia 76ers, donde apenas llegó a jugar. Descontento con la situación, se declaró en rebeldía y acabó siendo cortado en febrero de 2015, cerrando así su etapa en la NBA. Regresó entonces a su casa, el CSKA Moscú, donde puso punto final a su carrera ese mismo año.


En sus números queda claro el impacto que tuvo: fue una vez All-Star, una vez elegido en el mejor quinteto defensivo, dos veces en el segundo, máximo taponador de la NBA, y además posee uno de los partidos más completos jamás registrados con un 6x5 en tiempo reglamentario: 14 puntos, 8 rebotes, 9 asistencias, 6 robos y 7 tapones ante los Lakers en 2006. Alcanzó también máximos personales de 31 puntos, 18 rebotes, 8 robos y 10 tapones, cifras que hablan por sí solas. No es casualidad que muchos lo consideren uno de los 15 mejores jugadores europeos en la historia de la NBA.

Fuera de la cancha, también dio que hablar. Su mujer, Masha Lopatova, reveló que ambos tenían un curioso acuerdo: una vez al año, él podía tener relaciones con otra mujer, sin aventuras ni compromiso, como “un regalo”, según ella misma explicó. Kirilenko lo aceptaba con naturalidad, demostrando que, como dentro de la pista, su vida también tenía un punto de singularidad difícil de imitar.


Y así, entre tapones imposibles, números históricos y anécdotas sorprendentes, Andrey Kirilenko se marchó del baloncesto como lo jugó: a su manera, sin ruido, con elegancia y con la sensación de haber sido único.

Post Jeremy Maldini


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