Leyendas que fracasaron como entrenadores ¿Por qué?

La carrera de un jugador profesional de fútbol es corta. Esto se debe, principalmente, a las demandas de un óptimo estado de forma, insostenible a partir de una cierta edad, y la presión que supone rendir acorde al nivel de la élite. Por ello, pasada la treintena, los futbolistas comienzan a plantearse qué será de sus vidas cuando decidan colgar las botas. La mayoría opta por algún oficio que le permita seguir ligado al propio deporte, debido a que es, básicamente, a lo que han dedicado su vida desde que tienen uso de razón. Algunos consiguen trabajar como embajadores o como parte de la dirección deportiva de algún club, otros prefieren ponerse delante de las cámaras para ejercer como comentaristas o periodistas. Por último, los más atrevidos eligen no irse muy lejos del rectángulo verde, para sentarse en los banquillos y continuar su legado desde la banda, dando las órdenes y siendo los directores de orquesta.

Pep Guardiola, Zinedine Zidane, Didier Deschamps, Johan Cruyff, Beckenbauer o Mário Zagallo, son algunos casos de leyendas que han hecho historia con las botas puestas y como directores técnicos. De algunos de ellos hemos hablado recientemente, puedes acceder a sus artículos haciendo clic encima de los nombres. Regresando al tema, hoy no vamos a hablar de estas figuras, sino de los casos opuestos. Grandes jugadores que, como entrenadores, no han conseguido igualar sus éxitos como futbolistas. Porque ya está comprobado que para ser un buen entrenador no hace falta haber sido un extraordinario futbolista, igual que llegar a ser de los mejores de la historia no te asegura triunfar como entrenador. La pregunta que debemos hacernos es ¿existe un denominador común o razón para explicar por qué grandes genios no consiguen transmitir sus conocimientos y experiencia a sus equipos?

Si indagamos en la vida de muchos entrenadores, nos daremos cuenta de que muchos de ellos llegaron a jugar profesionalmente al fútbol, más de los que imaginamos. La cuestión es que la mayoría lo hizo sin pena ni gloria, vagando por segundas o terceras categorías. El mejor ejemplo de este caso es Jürgen Klopp, que una vez nos dejó esta interesante declaración: "Como jugador, tenía la habilidad de uno de quinta división y el cerebro de uno de primera división. El resultado fue un futbolista de segunda división." La diferencia entre un jugador 'top mundial' y un jugador 'promedio' es mínima, pero al mismo tiempo determinante. El 'top mundial' fluye con el juego gracias a una inteligencia espacial innata, se mueven con tal naturalidad que les resulta complicado en ocasiones explicar el porqué de sus movimientos. Simplemente, lo sienten, como si tuvieran un sexto sentido. Por otro lado, el 'promedio' carece de dicho talento, por lo tanto, sus capacidades son inferiores y suplen sus debilidades a base de una comprensión del juego más profunda. Esta comprensión del juego deriva en mayor conocimiento táctico, que en el largo plazo significará un nivel de formación elevado para convertirse en entrenador.

Gracias a que tiene una habilidad individual inferior, su perspectiva del juego es diferente. Concretamente, una visión más colectiva y estratégica. Entiende que el trabajo colectivo y el esfuerzo conjunto de los once jugadores, pueden hacer que un equipo tenga un rendimiento superior al esperado. Por otra parte, a nivel emocional, el 'promedio' es más empático con sus jugadores, debido a que es conocedor de las limitaciones que tienen. Pueden llegar a predecir sus pensamientos o sentimientos, ya que ellos, una vez, también estuvieron en su lugar. Sin embargo, el 'top mundial' no entiende que sus jugadores no sean capaces de hacer o ver las mismas cosas que él hacía o que él ve. Su cerebro privilegiado es capaz de procesar cosas que sus jugadores no, pero él no comprende que sus jugadores no tengan ese talento. Además, en el proceso de explicar aquello que él domina a la perfección, el que fue un genio no es capaz lograrlo. Esto se debe a lo expuesto con anterioridad; lo que para él es automático y natural, quizás para sus pupilos no. Esto crea una barrera comunicativa, donde el entrenador no encuentra una forma de hacer llegar su mensaje e idea.

Diego Maradona, Lothar Matthäus, Filippo Inzaghi, Henrik Larsson, Clarence Seedorf, Hugo Sánchez, Ruud Gullit, Marco van Basten, Bobby Charlton, Alan Shearer, Gennaro Gattuso, etc. Son algunos ejemplos de estrellas que no han tenido el mismo talento para jugar que para dirigir. Alguno pecaría de basarlo todo en su experiencia como jugador, por ejemplo Ruud Gullit. En su etapa en el Newcastle, el guardameta irlandés Shay Given lo criticaría en su autobiografía, alegando que todo lo enfocaba a su propia carrera, como si el mundo girara a su alrededor.

Las ideas y conceptos explicados hasta ahora, están resumidos en un video, el cual me inspiró a redactar este artículo, de la cuenta de TikTok @nuovofootball. Sin embargo, hay otra posible razón que explique este fenómeno. En esta ocasión el origen del argumento es fruto de reflexión e intercambio de opinión con mi compañero de redacción Miguel Jiménez. 

Como ha sido mencionado tres párrafos más arriba, la comprensión del juego de los exfutbolistas profesionales es superior gracias a su experiencia a lo largo de su carrera. El haber alcanzado ciertas categorías, a la hora de iniciar tu formación a través de cursos oficiales impartidos por las federaciones nacionales de fútbol, te permite acceder directamente a niveles superiores. Esto ocurre, por lo menos, en España con la RFEF (Real Federación Española de Fútbol), donde si has sido jugador profesional al menos siete años completos en la máxima división de una federación miembro de la FIFA o de la UEFA, puedes acceder directamente al UEFA B, sin necesidad de realizar el UEFA C. Hasta este punto ningún problema. Que tengan la posibilidad de agilizar su proceso, evitando un curso de carácter principalmente introductorio para los más novicios, no hará ninguna diferencia en sus habilidades como director técnico.

La problemática, según mi experiencia, es en el apartado más práctico del proceso. Cuando uno decide sumergirse en este mundo, sin importar su edad o el éxito que haya tenido como jugador, debe tratar de iniciar con algo básico. Esto le permitirá cometer errores, corregirlos y probar distintos métodos. Para ello, lo más ideal es el fútbol formativo, comenzar con alguna categoría, desde benjamín hasta juvenil. Lo mejor de este proceso, es chocarte contra el muro de tener que enseñar algo que resulta muy sencillo de entender y ejecutar para ti, pero no para un niño o niña de siete u ocho años que acaba de interesarse por un deporte en concreto.

Poniendo un ejemplo de mi propia, y hasta ahora corta, experiencia como entrenador, pedirle a un benjamín que de un pase y darte cuenta de que no sabe realizarlo correctamente es impactante. Por lo tanto, tienes que enseñarle a colocar el pie de apoyo, a perfilarse, a echar el cuerpo encima y a golpear con el interior. Primero hará pases sin ningún objetivo y sin oposición, para más tarde ir dificultando la tarea. A partir de ahí, repetir el gesto técnico hasta dominar. ¿Cuál ha sido el proceso? Elegir un concepto del juego a trabajar, dividirlo por partes y seguir una progresión; desde lo analítico hasta el juego real, desde reducido hasta espacios más amplios. Esto es aplicable a cualquier concepto técnico y táctico.

Pretender evitar esta parte del proceso, por pensar que haber sido un gran jugador puede suplir todos estos aprendizajes, es un error grotesco y culpa del egocentrismo. Destacar una frase que dijo Miguel, con un vocabulario muy futbolero, que resume a la perfección todo lo argumentado: "A algunos entrenadores les falta bajar al barro".

Hagamos una comparación actual para entenderlo de mejor manera. Xavi Hernández, tras retirarse en 2019 jugando para el Al-Sadd, inmediatamente ocho días después se convertiría en el entrenador del equipo. Tan solo dos años más tarde, se pondría al mando del FC Barcelona, uno de los clubes más exigentes del mundo ya de por sí, que además se encontraba en una situación muy delicada. De momento, la sensación es que no está lo suficientemente preparado para asumir un cargo de semejante peso y responsabilidad. La otra cara de la moneda es Xabi Alonso, que para empezar, antes de retirarse, quiso jugar a propósito para Pep Guardiola y aprender de uno de los técnicos más laureados de la historia. Tras retirarse en 2017, esperó un año hasta sentarse en un banquillo, esto le sirvió para formarse con más calma. En 2018 se convierte entrenador del Real Madrid, pero en la categoría infantil. En 2019 se marcha para dirigir al filial de la Real Sociedad, donde en tres temporadas, lo asciende a segunda división española y lo vuelve a descender en su último año. Por último, asumió en octubre de 2022 el cargo como primer entrenador del Bayer Leverkusen, camino a ganar una Bundesliga histórica en la presente campaña.

Los resultados están ahí, claramente podemos apreciar como el éxito del entrenador donostiarra va ligado a una clara progresión en su carrera y aprendizaje. Esto es aplicable a cualquier entrenador y a cualquier categoría, incluso a la vida misma. Subir los escalones de dos en dos, es más rápido para llegar al objetivo, pero los resultados no serán los deseados probablemente. Más vale ser la tortuga que la liebre en este caso. Tener la humildad de asumir que, a pesar de haber sido un fantástico jugador, como entrenador no podrás jugar en el lugar de tu plantilla, sino que deberás transmitirles tu idea de juego y enseñarles a lidiar con la presión.

Luca Ortiz // @lucacho999

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